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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Regocijo escocés

CASI TRES siglos después de que Londres empezara a gestionar directamente los asuntos escoceses, los habitantes de esa parte del Reino Unido han aprobado en referéndum el proyecto de autonomía que les propuso el Gobierno laborista. El voto de ayer ha sido la expresión de un sentimiento nacional que es también, en parte, un rechazo al nacionalismo inglés que Margaret Thatcher y los conservadores -que en las elecciones de mayo se quedaron sin un solo escaño escocés o galés- impusieron ciegamente durante sus largos años en el poder. Laboristas, liberales demócratas y nacionalistas escoceses se han unido en la defensa de una oferta que marca no un punto de llegada sino de partida para la autonomía escocesa y la descentralización del Reino Unido.Medida por los patrones españoles, la autonomía escocesa puede parecer poca cosa. Escocia tenía ya rasgos propios, con unos sistemas jurídicos y educativos diferenciados de los ingleses pero ejercidos a través de la Oficina de Escocia, en manos del Gobierno. Escocia ganará ahora autonomía política, además de nuevas competencias. El Parlamento y el Ejecutivo escoceses que surjan de las elecciones previstas para 1999 podrán gestionar directamente éstas y otras muchas materias contempladas en el Libro Blanco propuesto por Tony Blair, y que sólo deja en manos del Gobierno británico políticas como la exterior, la de defensa y la de seguridad social, entre otras. De hecho, el referéndum versó sólo sobre la constitución de un Parlamento en Escocia (aprobado por un 74,3%) y sobre la posibilidad de elevar los impuestos sobre la renta en tres puntos (63,5%).

El jueves les toca el turno a los galeses, aunque para pronunciarse sobre una Asamblea de poderes más limitados. El Reino Unido, país de Constitución no escrita, entra así, de la mano de Blair, en una profunda transformación constitucional. Queda por saber si será posible gestionar un sistema que sólo contempla autonomía para dos regiones -más Irlanda del Norte- pero no para Inglaterra, cuya suerte estará aún regida por el Parlamento de Westminster, que incluye diputados de Escocia. La idea de una Escocia independiente es minoritaria. El Reino Unido hace honor a su nombre.

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