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VUELTA 97

Wust repite en Huelva

La carrera entra en una fase de rutina, calor y calma

Carlos Arribas

No hay carrera en la que la voz se corra más rápido que la Vuelta. No hay prueba en la que la psicosis colectiva se instale más rápidamente por el menor argumento convenientemente repetido. Y en la que el tópico domine más los debates. Basta con que un par de favoritos hable de la temida palabra viento de costado para que a los pocos minutos parezca que a lo que se va a enfrentar el pelotón es a un huracán o un tifón tropical. Preparados para el combate salen. Y van y se encuentran con viento de cara, como ayer, camino de Huelva. Qué mejor noticia para los abúlicos, mayoría en el grupo de forzados esforzados. Y van y recorren 60 kilómetros en dos horas. La etapa del viento, el de cara, se resolvió en un par de amagos -otra vez Jalabert, el híper excitado- y con un sprint ganado, otra vez, por el alemán Marcel Wust, el único llegador que parece motivado. La Vuelta sólo envía noticias de calor y rutina.No es que podrían haberse olvidado de correr los primeros 156 kilómetros de la etapa. No, porque entonces el italiano Simeoni, integrante de un grupo de tres -con Bettin y Hvastija- enviado por una mano piadosa para evitar que hubiera lucha por bonificaciones en las dos últimas metas volantes, se habría quedado sin el gran premio del día: su peso, 68 kilos desnudo, en afanadas gambas de Huelva regaladas por Punta Umbría al ganador de la volante de El Portil. Así que sólo Simeoni agradeció el largo prefacio al único meollo de la novela de la etapa. El nudo y el desenlace se produjeron en sólo 18 kilómetros. El clímax en apenas uno. Un repecho en mitad de la ciudad onubense. Eso es todo lo que necesitó el destroza tranquilidad Jalabert para mostrarse otra vez impresionante. La primera vez que se pasó la cuesta -los corredores se dieron un par de vueltas por Huelva- todos tomaron nota. La segunda, cuando sólo quedaban cinco kilómetros para la meta, se pusieron serios.

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Hay quien explica la ansiedad de Jalabert, la necesidad que tiene de mover la carrera, de mostrarse protagonista, como una careta. Una huida hacia adelante por medio de la exhibición. "Corre como un loco", dice Fignon. Pero también se puede decir que ésa es su forma de correr de siempre. La fórmula que le condujo al éxito en la Vuelta 95. Entonces se sirvió del efecto sorpresa. Ahora todos saben quién es.

Así que cuando el francés, recien, iniciado el repecho tiró de riñones e hizo explotar sus piernas y al pelotón,a su rueda se pegaron Dufaux, Escartín y Olano, el trío que parece más atento y en forma de entre los rivales.

Un síntoma de desgana: en una etapa corta y llana, corrida a sólo 38 de media, 70 corredores quedaron desgajados del pelotón principal. Algunos llegaron a casi seis minutos. Entre ellos, la mayoría de los sprinters de renombre: Moncassin, Zanini y compañía. No es sorprendente que Wust, un sprinter de segunda, aún virgen en el Tour, lleve ganadas dos etapas de la Vuelta haciéndose solo las llegadas.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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