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VUELTA 97

Como zafarse de una emboscada

Los capitanes de ruta: su trabajo rinde beneficios

Carlos Arribas

Hay corredores y equipos que caen simpáticos dentro del pelotón y otros que caen antipáticos. La cosa ahora no es como antes, cuando los galones y "la jerarquía los imponían la veteranía y la categoría del ciclista. O su rabia o mal humor. El orden era asunto de dictadura. Una mirada iracunda de Hinault, por ejemplo, frenaba a cualquier incauto que simplemente quisiera adelantarle. Pero ahora cualquier joven recién llegado se siente tan importante como cualquier campeón. Codazos, cierres y cambios de línea son habituales en la cabeza. Todos tienen que ganarse el respeto. La mejor forma de hacerlo es actuando con modestia y simpatía.No hace falta ser un Induráin, modelo de modelos, a quien el pelotón se le abría a su paso cuando quería subir a la cabeza como a Moisés el mar Rojo. Ullrich, por ejemplo, tenía siempre su hueco asegurado en el Tour porque vestido de amarillo se comportaba igual que cuando era un chavalillo tímido recién llegado, respetando a todos. A Zülle nadie sería capaz de cerrarle ni sin darse cuenta. Olano también entra en la línea. Vive y deja vivir es su lema. Y si puedes echar una mano, mejor. Después, cuando haga falta la reciprocidad, mejor será la cosecha.Marino Alonso, el sabio y veterano capitán de ruta del Banesto, también es un hombre querido y respetado. Ganarse la consideración de los demás es parte de su trabajo, que muchas veces es el de espía y que consiste en enterarse de todo lo que pasa en el pelotón. Y también la discreción, uno de los bienes más preciados en el mundillo. Atributos como los que atesora Marino Alonso.

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Una de las tácticas habituales de la ONCE es el ataque sorpresa en zonas que nadie considera peligrosas. En los libros de la Vuelta quedará para siempre reflejado el abanico de Albacete de la Vuelta 96: Escartín y Rominger perdieron más de siete minutos. Algo parecido intentaron el domingo en la meta volante de Beja. Los rivales ven a los del ONCE subir a la cabeza y se imaginan que es para que Jalabert puntúe y se relajan. Entonces, dice la teórica, una vez. pasada la pancarta, en lugar de relajarse provocan un corte que, ayudado por el viento de costado, que permite cerrar la puerta, pilla desprevenido a más de uno. Y si antes está avisado otro equipo, aliado táctico natural -el TVM el día de marras: contaba en sus filas con el líder, Michaelsen, es un equipo de rodadores y sprinters; si no entraba en el juego todo se iría abajo-, mejor que mejor. Todo estaba dispuesto, cada uno conocía las órdenes, cuando uno del TVM se acercó a Marino Alonso y le contó lo que se preparaba. Inmediatamente el zamorano se lo transmitió a Unzue y Olano. El Banesto se metió en el corte. Pocos kilómetros después el intento cesó. Emboscada frustrada.

La discreción. "No, si no nos sorprendieron era porque estábamos atentos, como es nuestra obligación". Bonita forma de contarlo la de Marino. Que nadie se sienta traicionado.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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