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Cuitas tras las 'malditas' vacaciones

Las incidencias en los viajes copan las denuncias estivales en las oficinas y asociaciones de consumidores

Gin tonic calentorro, overbooking, hoteles para no dormir y demás calamidades veraniegas. El fin de las vacaciones marca en las oficinas de información y en las asociaciones de consumidores la llegada de las reclamaciones y denuncias de los ciudadanos por los inconvenientes más o menos graves sufridos durante los días de presunto des canso estival. Se quejan del exceso de venta de pasajes en los aviones (overbooking, una práctica legal pero que ataca los nervios de los viajeros que se que dan en tierra); de los incumplimientos de condiciones agencias de viajes; de excesos en la factura por la revisión del coche antes de las vacaciones; de la peculiar forma que tiene algún barman de servir un gin tonic o, como le ocurrió a un estadounidense hispanohablante, de haber tenido que pagar 80.000 pesetas en un local de topless por un par de botellas de cava. Esta última anécdota (que incluye el agravante humorístico de que el cuarentón timado acudió con su señora madre a efectuar la reclamación) es una de las mil que narra Rafael Morán, el jefe de la Oficina Municipal de Información al Consumidor (OMIC). "Este año hemos recibido muchas menos quejas por el aire acondicionado que el pasado, porque ha sido mucho peor verano", comenta. En cambio, cada vez se ven más reclamaciones sobre aparatos informáticos. "A veces se trata sólo de la impericia del comprador, pero otras sucede que el equipo es malo", añade.Los 30 funcionarios de la OMIC reciben, bien por teléfono, por fax, carta o de viva voz, las reclamaciones o denuncias de los usuarios. Comprueban los hechos, inspeccionan, intentan mediar entre las partes y proponen el sometimiento a la junta de arbitraje, en su caso. Morán señala que en muchos casos el empresario reclamado prefiere dar la razón al consumidor o llegar a un acuerdo. Asegura que "en general, hablando se entiende la gente", pero también que por su oficina "pasan bastantes locos" y quejosos sin causa. Éstas son algunas de las cuitas vacacionales que el pasado martes los madrileños expusieron ante la OMIC.

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Recargo de 80.000 por muerte familiar. Antonio Díaz, de 67 años, había pagado ya más de medio millón de pesetas por un viaje a Tailandia en compañía de su esposa. Debía partir el 3 de agosto, pero dos días antes falleció su suegra. En la agencia de viajes le obligaron a pagar 80.000 pesetas de recargo por anulación de viaje (el 25% del importe total). En caso contrario perdería todo el dinero y no viajaría al Lejano Oriente. Y eso a pesar de que el catálogo de la agencia especificaba que los recargos por anulación se aplicarían salvo que dicha suspensión obedeciese a "causa de fuerza mayor". Asegura que al principio le dijeron en la agencia que perdería todo lo pagado. "¿Qué más causa de fuerza mayor quieren que la muerte de un familiar tan cercano?", se pregunta. Finalmente viajó a Tailandia el 15 de agosto y se lo pasó "formidable". Menos mal. Salía de la OMIC con pesimismo: "La solución, mañana, o sea: cero".

Una barca de 16 años vale lo mismo que nueva. La inversión en barcas de recreo es más rentable que la bolsa. A esa conclusión puede llegar María Luisa Rodríguez tras oír a su aseguradora que su embarcación (construida en 1981 y comprada hace tres años por 650.000 pesetas) está "infravalorada" en 750.000 porque su valor nueva es de 2,4 millones. El problema surgió cuando el motor quedó atascado en el fango del pantano de Bolarque (Guadalajara) tras, una variación en el nivel de las aguas. La barca se hundió. Llamaron a la compañía de seguros y ésta se encargó de reflotar y transportar la lancha para repararla Pero ahora sólo acepta pagar el 30% de la factura total (unas 400.000 pesetas) y argumenta que la barca está asegurada por el 30% de su valor. "Mi marido quiere que paguemos ya, pero no me da la gana; en este país no nos quejamos y así nos va", dice.

Estrellas nuevas y habitaciones sin ventanas. Javier, de 33 años, proyectó con dos amigos una girapor la Europa oriental: Praga, Budapest y Berlín. Pagaron 150.000 pesetas cada uno, incluido un recargo de 20.000 por cabeza para disfrutar de hoteles de cuatro estrellas. En la capital húngara les llevaron a uno de tres y a 15 kilómetros de la ciudad amparados en el overbooking. "No me lo creo, no hubiesen encontrado habitaciones para casi cuarenta personas", arguye. Pese a que en el catálogo el hotel en el que durmieron figura como de tres estrellas, asegura que en la agencia le dijeron a posterior¡ que el establecimiento merecía una más. En Praga, por poco uno de los viajeros tuvo que dormir en un jergón: el hotel decía que no había más colchones disponibles. La varita mágica del guía logró que encontrasen una habitación libre. Y ya en Berlín, el acabóse. El hotel era de cuatro estrellas, pero en la parte oriental de la ciudad, en un piso 26º muy soleado, sin aire acondicionado y cuyas ventanas no se podían abrir. Para terminar de desvelar al sufrido trío, el minibar de la minúscula habitación hacía las veces de tractor inmóvil. "No te puedes imaginar lo que fue; no había forma de pegar ojo", se duele. En el camino de regreso, otra sorpresita: cambio de avión en Barcelona y una hora de espera: "Que nos lo hubiesen avisado, el folleto ponía que el vuelo era Berlín-Madrid".

Las reclamaciones de los consumidores pueden ser tramitadas gratuitamente en la OMIC (Mayor, 83, 2º; 588 83 96, fax 588 83 58) o en el Servicio Regional de Orientación al Consumidor (Ventura Rodríguez, 7, 4o ; 580 32 13, fax 580 33 39). Las asociaciones de consumidores suelen informar gratis, pero cobran por tramitar las quejas (Confederación Española de Consumidores y Usuarios, Cava Baja, 30, 1º 364 05 22).

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