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SEGUNDA. SEGUNDA JORNADA DE LIGA

Lopetegui aguanta al Rayo

Gran actuación del guardameta en un partido en el que el Numancia mereció más

A lomos de Lopetegui consiguió el Rayo salir indemne de un partido en el que sólo demostró con cuentagotas su condición de aspirante al ascenso. Fue la suya una victoria sudorosa, injusta en cuanto a la diferencia y que no enseñó ni un gramo del buen fútbol que se le supone. Lopetegui reivindicó su olvidada condición- de magnífico portero. Encontró el apoyo de su defensa y de un Onésimo que ejerció de sí mismo. Le hizo siempre un canto a lo imposible, pero bajó de las nubes para ponerle una fulminante rúbrica al primer gol del Rayo.No se adueñó nunca el cuadro madrileño del balón y quedó encerrado en el laberinto del disciplinado Numancia. Apenas encontró a Castillo, aburrido en tierra de nadie. De este modo, la imaginación pasó a ser propiedad exclusiva de Onésimo. Que tampoco es que anduviera sobrado, pero cuyas apariciones siembran el terror aunque no lleven a nada bueno.

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El Sevilla se limitó a aprovechar un fallo defensivo

Mucho habría que hurgar en el fútbol español para hallar un jugador más anárquico que Onésimo. Va por libre. Busca el más difícil todavía y le importa un bledo no encontrarlo. Regatea a todo el que se mueva, se deja caer, protesta, se encara con el rival, con el árbitro, con su sombra. Decide desaparecer un instante, hacerse invisible. Y de repente, gol. Voló un balón de aspecto absurdo al área del Numancia y nadie supo qué hacer con él. Excepto Onésimo.

Se le puso al Rayo el asunto favorable cuando empezaba a pasarlo mal. Luego lo pasó de pena. El problema del Numancia fue su asustante inocencia. Se asomaba por los dominios de Lopetegui con asiduidad, pero sus pretensiones se iban al limbo con disciplinada precisión. La mejor muestra fue la del minuto 35, cuando Rodríguez se plantó solo, pero solo de verdad, ante el meta y éste repelió su disparo con una parada de postal.

El Numancia lo fiaba todo a su arrojo. El Rayo, al pelotazo hacia Klimowicz, que remató sin acierto hasta en seis ocasiones. Al Rayo le quemaba el exiguo 1-0 del marcador y poco a poco vio crecer a su rival. Llegaba y llegaba el Numancia. Pero se estrellaba contra un Lopetegui que sacó de manera increíble el guante para deshacerse de un disparo endiablado de Octavio.

El Numancia se rebelaba ante aquella injusticia, aquella derrota mentir osa e inmerecida, provocada por Lopetegui y por el oficio del Rayo, cuyos jugadores lo harán mejor o peor, pero saben latín en una categoría como ésta. El gol postrero de Prieto fue tan anecdótico como injusto, excepto en el caso de que se tratara de un regalo a Lopetegui.

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