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Prodi, el escalador

El jefe del Gobierno italiano intenta olvidar problemas subiendo los temibles Dolomitas en bicicleta

Carlos Arribas

Pordoi, Sella, Campolongo, Gardena... Cualquier aficionado asocia esos nombres a Bartali, Coppi, Pantani, Indurain o, barriendo para casa, Olano. Pero desde el pasado, esos grandes puertos dolomíticos han dejado de ser patrimonio y sinónimo de batallas ciclistas; han entrado también en el espacio político. El jefe del Gobierno de Italia, Romano Prodi, de 54 años, los incorporó a su mítica particular subiéndose uno detrás de otro en una gira ciclística de 60 kilómetros y poco más de cuatro horas."Pero qué cansancio", le dijo una mujer a Prodi mientras éste se afánaba moviendo un piñón de 26 dientes por las rampas del Pordoi. "Esto no es nada, señora", le respondió el presidente del Gobierno. "Esto es relax para mí; el verdadero cansancio me lo da lo que tengo en Roma". Prodi, líder del Olivo, se encuentra inmerso en un duro debate político con Fausto Bertinotti, secretario general de Refundación Comunista, el partido que le apoya para contar con mayoría parlamentaria, sobre el futuro del Estado de bienestar en Italia.

"¿Qué hace aquí, presidente?", le dijo otro cicloturista, sorprendidísimo de encontrarse en sentido contrario al jefe de su Gobierno, exhibiendo sin pudor sus kilos de más sobre una Bianchi azul turquesa y con un maillot azul celeste con las estrellas de la Unión Europea en el pecho. "¿Qué pasa?", le respondió Prodi. "¿No está tranquilo si me ve aquí?".

La mayoría de los presidentes de Gobierno de Europa se hacen regularmente fotografías subidos en bicicletas, anunciando las venta as del medio de transporte ecológico por excelencia, pero la afición de Prodi por las dos ruedas sin motor supera con creces la de sus pares. Es verdadera. Es bastante amigo, además, de Gianni Bugno, la última estrella italiana, y durante la convalecencia de Marco Pantani tras su accidente concedió entrevistas preocupándose por su salud y pidiéndole que hiciera lo imposible por volver a ser el de antes.

"La bicicleta es una escuela de vida", le gusta decir a Prodi. Y lo demuestra no sólo haciendo rutas sólo aptas para deportistas en forma, sino promoviendo leyes para incentivar su uso por la sociedad. Ha trabajado por una ley de ayuda a la industria italiana de la bicicleta, en crisis por la competencia estadounidense y japonesa, y otra para la construcción de carriles-bici. Unos 100.000 millones de liras (8.000 millones de pesetas) se han presupuestado en un plan bianual pata ambos objetivos. Otro ambicioso proyecto de Prodi en relación con la bicicleta es incentivar a las empresas a que pongan bicicletas a disposición de sus operarios para que éstos las utilicen para ir al trabajo a cambio de rebajas fiscales.

En su periplo dolomítico, Prodi se hizo acompaar de ocho´, amigos, entre ellos otro político -Fausto Giovanelli, senador del Partido Democrático de la Izquierda- y el controvertido profesor- Francesco Conconi, el guru de la preparación científica de los ciclistas y forjador del récord de la hora de Francesco Moser. "No va nada mal", dijo Conconi, que además de amigo es el preparador físico de Prodi. "Sube con un 26 a pesar de los kilos de más". Es tanta la admiración de Prodi por Conconi que incluso estuvo en un tris de nombrarle supervisor de todo el deporte italiano. El proyecto, sin embargo, se vino abajo ante la oposición de gran número de federaciones. A Conconi se le acusó de abrir la puerta al dopaje científico mediante transfusiones de sangre y la EPO.

"Va despacio, despacio, pero nunca se rinde", dice Eugenio Capodacqua, periodista de La Repubblica y excelente cicloturista, de su presidente.Prodi, que tiene un apartamento en régimen de multipropiedad en la cima del Campolongo, inició su excursión programada desde hacía varios meses, a las ocho de la mañana. Descendieron el puerto y encararon el Pordoi, de 2.239 metros y habitual cima Coppi en el Giro, por el lado de Araba, el más duro; después subieron el Sella, él puerto más duro, lo que obligó a Prodi a meter el 32, y el Gardena, descenso hasta Corvara, y cerraron el círculo subiendo hasta la casa del primer ministro en el Campolongo. En total, un desnivel de 2.200 metros. Todo un tappone dolomítico, una etapa reina, bautizada enseguida en Italia como cronoescalada del bienestar.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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