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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Otoño en Galicia

EL PRESIDENTE de Galicia, Manuel Fraga, ha firmado el decreto de disolución del Parlamento de esa comunidad. Las elecciones que se celebrarán el 19 de octubre serán las primeras tras la victoria electoral de Aznar en marzo de 1996. Tratándose de un feudo tradicional de la derecha, los riesgos de un descalabro que pueda tener efectos en la política nacional son prácticamente nulos. El porcentaje obtenido por los conservadores no ha dejado de aumentar entre el 30,5% de 1991 y el 52,2% de hace cuatro años. Pero, así como en las primeras autonómicas existía una reserva considerable de votos de centro-derecha agrupados en la UCD, ahora no existen aliados posibles: Fraga tendrá que repetir mayoría absoluta o renunciar a seguir gobernando.De ahí que haya decidido presentar una vez más su candidatura, desmintiendo su compromiso de no permanecer más de dos legislaturas al frente del Gobierno autonómico. Como explicó hace poco en una entrevista, la necesidad de alcanzar la mayoría absoluta le obliga a garantizar ese plus de votos que, según él mismo, depende de que el candidato sea Manuel Fraga y no cualquier otro.

Ello equivale a reconocer que en lo que ha fracasado es en su propósito de dar con un delfin local como el que encontró en José María Aznar para el ámbito nacional. Pudo haberlo sido José Cuiña, pero su figura quedó ensombrecida por las denuncias de una supuesta vinculación entre su carrera política y el éxito de los negocios familiares. Los actuales ministros Romay y Rajoy, otros aspirantes obvios a la herencia, pugnaron por lograr al menos el aplazamiento de la entronización de Cuiña, que contaba con el apoyo de otros dirigentes locales. De manera que la repetición de Fraga como candidato -algo a lo que él mismo siempre está dispuesto- se justifica también por la necesidad de evitar una batalla interna entre notables aspirantes a una herencia dificilmente divisible.

Los sondeos pronostican una retroceso considerable del PP, pero no la pérdida de la mayoría absoluta. Para alcanzarla necesita 38 escaños, y la horquilla de la última encuesta conocida le concede entre 37 y 40 escaños. Que Fraga alcance su objetivo depende sobre todo de la fidelidad del electorado de centro-derecha, pero también en alguna medida de los desconocidos efectos de la alianza entre los socialistas y Esquerda Unida-Esquerda Galega (EU-EG) y Os Verdes. La esperanza de sus promotores es que esa alianza se convierta en un factor de dinamización del voto genéricamente progresista y de atracción para sectores más amplios que los electorados respectivos y dispuestos a movilizarse para impedir una tercera presidencia de Fraga.

Sin embargo, el boicoteo de Anguita, que no pierde ocasión de desacreditar la coalición, puede sembrar dudas en el electorado de izquierda y producir el efecto contrario al esperado. No está totalmente descartado que la corriente crítica de EU-EG -es decir,los partidarios locales de Anguita- presente una lista alternativa, dividiendo así, en beneficio de la derecha fraguista, el voto de la izquierda.

La campaña se anuncia intensa. Fraga ha reclamado una confrontación "limpia y sin insultos", y para dar ejemplo, nada más comunicar la disolución del Parlamento se ha referido a Abel Caballero, que encabeza la coalición de izquierda, como alguien a quien "no he conseguido ni conseguiré fácilmente tomarme en serio". Esa estrategia de ningunear al candidato socialista y plantear la confrontación preferentemente con el Bloque Nacionalista de Xosé Manuel Beiras, presentado como un radical sin modales, ya fue utilizada por Fraga hace cuaytro años, con notable éxito: los socialistas, encabezados entonces por Antolín Sánchez Presedo, perdieron cerca de 100.000 votos. Y el Bloque ganó 160.000.

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