El fútbol que viene
¡Que viene el fútbol! Nunca estuvo lejos y el caldeamiento de los Madrid-Barcelona-Madrid ha herido ya mi sensibilidad laica. Ver la adoración y el entusiasmo por la nada siempre me consterna. Otros viejecillos dicen que valía cuando era de aficionados. He conocido gentes de las que iban con los palos de la portería a cuestas a una planicie, y ya me parecían dudosos. La pelota tiene algo religioso que hace que se la persiga y golpee desde los grecorromanos, los egipcios y sumerios. ¿Es un símbolo de la bola del mundo lo que queremos -quieren- patear? No imagino ese juego si no es con un contenido interno. Ahora, cuando los aficionados no juegan, y los chicos del patio del colegio sólo esperan que les vea un cazador de talentos pedestres y les retire de las mates, cuando lo que hay detrás es todo el dinero del mundo, me interesa más. Es un espectáculo de estrellas (de todas formas, mejor no verlo). Tiene, sobre todo, un contenido nuevo: el de la lucha politicoeconómica. El Estado contra la gente. Un Gobierno obsesionado por tenerlo para dominar la televisión (que se cree eso) y con ella la opinión pública (nada, nada), hasta utilizar todos los medios, más bien sucios, para despojar al que compró el fútbol antes que ellos. En esto tengo un leve apasionamiento: querría que este Gobierno perdiese, no ya esa batalla que me afecta, sino las elecciones: le deseo un final ucedario, que diría -¿dijo?- Márquez Reviriego (un saludo). Toda mi vida he estado en el mismo bando: la derecha es nefasta. Lo comparto con medio censo. La izquierda existe: pero ya se le robó la ocasión de hacer su reconstrucción oral y escrita y ahora, por caminos misteriosos, se viene a identificar la libertad del fútbol como una nueva vida de la izquierda. Es así; y es un disparate enorme: lejos de mí cualquier idea que aproxime la imagen de Polanco a la de la izquierda, a no ser su fair play. Ni a Cebrián, aunque tuvo sus ramalazos: crearon el único periódico libre de España después de Triunfo (otra cosa). Ellos y un valiosísimo Pepe Ortega -qué modelo de carta le dirigió Ayala en estas páginas, para defenderse con desdén y altura de una acusación torpe- hicieron algo que ahora se ve mezclado con el fútbol por la vileza de los descendientes de los caciques canovistas. (Me he perdido. Quiero decir que me preparo con todos los canales posibles para defenderme del fútbol que viene, se lo lleve quien sea. Si no lo logro, recordadme).
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