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Guerra entre los laboristas por el precio excesivo del domo de Greenwich

La grandiosa idea de construir "el gran domo del milenio" en la pequeña península de Greenwich sobre el Támesis, prácticamente sobre el paralelo que los británicos se ufanan en describir como "la cuna del tiempo", se debatía ayer en el fangoso terreno de la política y las finanzas tras las críticas al proyecto en general y a su coste en particular.Con un diámetro de 320 metros y cubriendo un área de 76.500 metros cuadrados, el domo de Greenwich será el más grande del mundo, una idea que cuaja perfectamente con los innovadores y ambiciosos planes del nuevo laborismo y su tenaz apoyo a todo lo que constituya un símbolo del renacimiento arquitectónico del imperio que se encoje. Desde su proposición durante la campaña electoral de la primavera pasada, el proyecto se ha topado con críticas que van desde los grupos defensores del medio ambiente (el uso de una gigante cobertura de polietileno los ha enfurecido) hasta los que creen que su construcción no sólo es antiestética, sino una irresponsable muestra de despilfarro en singular escala.

Para Blair, firme impulsor del proyecto del domo y el mensaje político que, a su juicio, éste conlleva, el blanco edificio promete convertirse en un monumental dolor de cabeza. El proyecto ha dividido a su Gabinete. Mientras algunos ministros se suman a su entusiasmo por dar a Londres un monumento acorde con la magnitud del acontecimiento -la llegada del año 2000-, otros creen que los herederos del socialismo británico deberían más bien pensar en dedicar esos fondos a escuelas y hospitales.

"Edificio tonto"

Al debate del domo se incorporaron ayer por lo menos dos elementos: primero, la revelación de que la ministra de Desarrollo Internacional, Clare Short, es una de las más ardientes partidarias de ahorrar el coste de un "edificio tonto y temporal", estimado en casi 247.500 millones de pesetas, y utilizar esos fondos en contribuciones para mitigar el hambre en el mundo". Segundo, la decisión mediante la cual el principal trabajo, la construcción del techo, no iba a ser adjudicada a una firma británica. Al principio se habló de una empresa alemana, que iba a facturar seis millones de libras esterlinas por un gran forro de poliéster. El proyectado contrato fue cancelado y ahora ha sido encargado a una compañía norteamericana, que por darle una cobertura de teflón cobrará 14 millones de libras esterlinas.

Después está el debate acerca de la duración del edificio. Unos quieren que sea un monumento temporal, otros que ofrezca la posibilidad de que se convierta en un estadio una vez que pasen los festejos del año 2000. Los primeros creen que el domo será "un elefante blanco". Los segundos están convencidos de que la controvertida añadidura al paisaje del Támesis dará a Londres buen pie para aspirar a futuros juegos olímpicos.

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