Personas, ideas
Una oyente se quejó el domingo en el programa A vivir, que son dos días (SER) de que en la tertulia ofendieran sus sentimientos religiosos. Es, todavía, una queja frecuente; se aplicaba antes principalmente contra quien hablaba en favor del divorcio, del aborto o de la masturbación, ideas hoy de práctica corriente, y en algún caso de práctica universal. ¿Se puede ofender a las ideas? Católicas, comunistas, madridistas o virginales, de los partidarios de la inseminación artificial, o de los que cortan el. huevo pasado por agua por el extremo grueso: creo que hay derecho. Es decir, creo que las ideas no se ofenden por criticarlas o renegarlas, sino que se ponen en plano lícito de discusión: sólo el que cree que son indiscutibles y supremas puede sentirse ofendido.Durante mucho tiempo he mantenido que las ideas no deben ser respetadas por quien no crea en ellas, pero sí a las personas que las emiten y las tienen o forman parte de su personalidad. Ahora no estoy seguro. La dama que pide que no se emitan ideas ajenas que puedan ofender su creencia está mandando callar a las que tienen otras. Cuando es tan fácil cambiar de emisora. Naturalmente que eso no puede respetarse. Las ideas de ETA, de Herri Batasuna o de Arzalluz: puedo comprenderlas, y el hecho de que yo no crea en los nacionalismos, y me parezcan odiosos aquí o en Papuasia, no me hace olvidar que esos otros opinantes pueden tener razones. Pero, ¿cómo voy a respetar a las personas que por esas ideas matan, o ensalzan a las que matan, o disparatan en torno a ellas, como el caballero absurdo Arzalluz? Yo respetaría una autodeterminación, o una independencia, ¿qué más da? Pero empiezo a dudar de que sean legítimas por el comportamiento de quienes las defienden. Me pasa lo mismo con el general Galindo: comprendo y comparto su idea de "España, una", e incluso la supero por arriba, "España, ninguna",, dentro de una unidad mayor como puede ser Europa; Europa, ninguna, dentro de un mundo unitario, equilibrado, justo. Pero yo no tocaría ni el pelo de la ropa de alguien que tuviera las ideas contrarias: aunque esa idea profundamente contraria a la mía sea la de "matar inocentes", como se dice tontamente: tampoco hay que matar, herir o torturar a los culpables. Todo esto hace muy difícil la cuestión del respeto.
Respeto tanto la democracia que soy un profundo admirador de ella, sin conocerla: no la he visto jamás. Sólo en los libros. Pero no respeto a quienes la disfrazan, la maquillan y presentan como si estuviera de verdad implantada en España.
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