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Las manzanas podridas de Suráfrica

Mandela pide a las fuerzas de seguridad que expulsen de sus filas a los miembros de una red ultraderechista

En la fría mañana bañada de rocío, las mujeres del pueblo zulú se han reunido alrededor de una casa de barro, justo fuera de la cinta roja y blanca que utiliza la policía surafricana para marcar la escena de un crimen. Miran, susurrando entre ellas, mientras los policías recogen casquillos de bala y sacan fotos. Dentro de la casa de una habitación decorada con carteles del Congreso Nacional Africano (ANC) yacen en el suelo los cuerpos de dos jóvenes, ambos con disparos en la cabeza.Fuera, un temido hombre de guerra local, Sifiso Nkabinde, con chándal verde y chaqueta, está de guardia. Quiere que llegue la prensa antes de que saquen los cadáveres. La policía espera. Prácticamente todo el mundo -Nkabinde, la policía, los amigos de los víctimas- está bajo sospecha, si no por este asesinato, por los anteriores. El ciclo de la venganza, del asesinato que engendra un nuevo crimen, se ha desencadenado en los últimos meses. Durante muchos años éste ha sido el único discurso político en la provincia surafricana de Kwazulu Natal.

Pero no sólo es la violencia lo que llama ahora la atención, sino quién está detrás de ella. Los asesinatos han resucitado los temores de que aún opere la siniestra tercera fuerza surafricana: un grupo presuntamente dirigido por blancos de la extrema derecha que se dedica a fomentar la violencia entre la población negra y que quiere mostrar que las antiguas víctimas del apartheid (régimen de segregación racial) no están capacitadas para gobernar el país.

El presidente Nelson Mandela ha dejado claro que tiene pocas dudas sobre esta cuestión. El pasado día 3, en el funeral por otros cinco jóvenes asesinados, Mandela dijo que esas muertes eran una clara prueba de la existencia de una trama para desestabilizar a la joven democracia de Suráfrica.

"No estamos tratando con un individuo ni con un pequeño grupo de criminales", explicó Mandela a los cientos de personas que se reunieron en una colina para enterrar a los jóvenes. "Estamos tratando con experimentados criminales políticos que tienen en su poder inmensos recursos: dinero, armas, redes de comunicación y contactos en el poder", dijo. "Estamos tratando con una red muy bien organizada e infiltrada en los órganos del Estado, en el Ejército y la policía. Les mueve un ansia desesperada de frenar la transformación democrática de nuestro país para hacer retroceder el reloj de la historia".

Mandela prometió que habría detenciones y pidió a los miembros de la policía y el Éjercito que entreguen a las "manzanas podridas" que haya entre sus filas. También exigió a las fuerzas de seguridad que informen sobre los hechos que rodearon el asesinato, el pasado 22 de julio, de los cinco jóvenes: "Queremos saber por qué y quién dio la orden de movilizar a los soldados de esta zona el mismo día en que ocurrió la matanza".

Los testimonios recogidos en procesos judiciales y ante la Comisión de Verdad y Reconciliación -que investiga las atrocidades de la época del apartheid- han puesto de relieve las actividades de la tercera fuerza en Kwazulu Natal durante el mandato del anterior Gobierno del Partido Nacional (PN). Altos cargos del PN han reconocido que se usaron fondos reservados del Gabinete para apoyar al, gran rival del ANC de Mandela, el partido Inkatha del jefe zulú Mangosuthu Buthelezzi. Varios policías han declarado que cuando suministraron armas y ayuda a miembros del Inkatha enfrentados con activistas del ANC seguían órdenes del Gobierno. No existen pruebas de nuevas actividades de la tercera fuerza. Sin embargo, muchos de los expertos que siguen de cerca la política en Kwazulu Natal creen que la trama racista aún sigue operando, a pesar de que el apartheid fue desmantelado a principios de los años noventa y de que dichas actividades ya no son sostenidas por el Gobierno ni por el Partido Nacional. Estos expertos consideran que tanto el contrabando de armas como los entrenamientos de fuerzas paramilitares se mantienen en la provincia con la anuencia de las fuerzas de seguridad.

"O los servicios de seguridad son increíblemente incompetentes, o hay miembros destacados de la policía y del Ejército que apoyan la estrategia de la desestabilización", explica Mary de Haas, una profesora de la Universidad de Natal que publica un informe bimensual sobre la violencia política en la provincia. De Haas dice que cree más bien en su segundo argumento. Incluso quienes creen que hay una mano oculta que fomenta la violencia en Kawzulu Natal siguen pensando que hay demasiadas preguntas sin respuesta en Suráfrica: ¿Hasta qué nivel dentro del Estado llegan los líderes de la trama desestabilizadora? ¿Su implantación va más allá de los grupos policiales y militares que todavía confían en que la violencia entre la población negra servirá para devolver el poder a los blancos?.

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