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Tribuna
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Parque del Oeste

¿Cómo se asesina un parque sin suscitar las iras de la ciudadanía, si es que a algún mandamás le siguen preocupando tales nimiedades? Lenta, gradualmente, yo diría que con delectación. Primero se practica una buena poda / tala, o las que hagan falta. Luego, años más tarde, una tala / tala, que algún "experto municipal" justifica ante los medios, respetuosos y comprensivos, alegando que no ha habido otro remedio, porque los pobres árboles estaban enfermos. Sin embargo, que no cunda el pánico, por Dios, pues se van a plantar en seguida unos ejemplares nuevecitos para reemplazarlos. Además, se trata de una especie más adecuada, parece mentira que no se diesen cuenta en su día del error los ediles de la época, seguramente de la oposición. Y jamás, que yo sepa, se ha puesto en jarras ninguno de los ágiles reporteros asistentes a la explicación y preguntado: "Oiga, ¿y cómo no habrían de estar enfermos?, porque si a usted le cortan los brazos, y además parte del tronco, supongo que su salud también se resentiría, ¿no?". Por último, y como ha quedado tanto espacio libre, se le mete al parquecito por en medio una autovía, o lo que haga falta, y ya está.Rota mi autotregua en vista de la dura realidad urbana, me acerqué al parque del Oeste, protagonista de la historia, el primer sábado de agosto, caminando bajo la canícula, para contemplar la última fase de la tropelía que está a punto de consumarse. Qué bonitas, de paso, las obras de San Francisco de Sales, Cea Bermúdez (Ríos Rosas se incorporaba el lunes siguiente al colapso total), Andrés Mellado, todo. Y, al final, esto es lo que vi:

Penetro desde la Moncloa en el paseo de Ruperto Chapí, contemplando de entrada la espantosa acumulación de basuras, que nadie se ha preocupado de recoger. Los frondosos árboles que antaño se erguían en el borde exterior de la acera, y que formaban una preciosa bóveda vegetal (aunque no fuesen de la especie adecuada) han sido talados ya totalmente, en efecto. Los escuchimizados arbolillos de la especie "buena" se han plantado astutamente en el borde interior de la presunta acera, y, claro, queda una de sitio para hacer burradas...

Ni un alma humana por el parque, aunque es ya mediodía, ni veo u oigo un solo gorrión, aunque sí una espantosa y auténtica manada de urracas por la ladera que asciende hasta el paseo de Moret. Claro, son las únicas que tienen el futuro asegurado en una ciudad que produce tal cantidad, y calidad, de carroña. Presunta acera, he escrito. En realidad, siempre fue de tierra, mas ahora está plagada de profundos surcos que nadie reparó, y resulta difícil, y arriesgado, caminar por ella. Todo empeora entre la glorieta del Maestro y el puente de los Franceses. Ni un solo árbol proporciona ya sombra al monumento de dicha glorieta, dedicado a la esclavitud (presuntamente) abolida.

La soledad resulta ominosa y hay una solanera apocalíptica cuando acometo el último tramo, donde han convertido la acera en alud terroso, o, mejor dicho, barroso. Tiene su mérito aquel barro, bajo el sol implacable, pero el caso es que a mí se me hunden los pies, me resbalo, es muy posible que me esmorre. No constituye solución aceptable continuar por la calzada, puesto que los coches bajan en un solo sentido, y angosto, y a lo peor me amputan. Antes de la curva, ya avisté la obra, que convertirá lo que fuera lírico y umbroso paseo de dos carriles y suaves meandros en desnudo horror asfáltico. Unos obreros están colocando en el bordillo de enfrente barreras en las que se lee FCC. Me miran con suspicacia, como pensando: "¿A dónde irá ese tío chalao?, a ver si se cree que los parques son para pasear", y por un momento me parece incluso que van a increparme. Mi progresión por las "arenas movedizas", venga a hundirme y resbalarme, me coloca en situación poco airosa para recibir con aire heroico la regañina.

Y de pronto ya está ahí toda la parafernalia de la obra. Las vallas, que dejan un estrechísimo pasillo de Dantzig, o vaya usted a saber, a la circulación. Dentro, maquinonas y cables de aspecto amenazador. "Trabajamos para mejorar los accesos a Madrid", afirma el cartelón correspondiente, y yo pienso que qué bien. Cuando se haya conseguido, tendremos que abrir autopistas por el Retiro, quizá de peaje, para aliviar el tráfico de Alcalá. Alguien ha escrito debajo: "Plantar carreteras cosecha atascos", y luego, en el puente: "Paso no, parque sí". Para lo que va a servir... Lo mismo, lo mismito, que este artículo.

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