Música, flores y pasteles
Uno de los regalos más apreciados que puede llevarse a Irán es una cinta de música española. ¡Cuidado! Sólo música, o todo lo más la voz de algún solista masculino. Nada de voces femeninas o se estará poniendo en un apuro al receptor del regalo. En un país cuyos habitantes recitan de memoria a sus poetas clásicos y donde la música surge espontáneamente al ritmo de los versos, la difusión musical está fuertemente constreñida por la ley: nada de solos femeninos, nada de melodías extranjeras, ni hablar de rock and roll o heavy metal.Y ésa era la causa que daban muchos jóvenes el pasado mayo al ser preguntados por qué habían votado a Mohamed Jatamí. "Cuando era ministro de Cultura autorizó la interpretación de una solista", declaró entonces a EL PAÍS un melómano que, sin embargo, no pudo asistir a aquel concierto "sólo para mujeres".
Jatamí, a quien había puesto al frente del Ministerio de Cultura y Orientación Islámica el propio ayatolá Jomeini, supo aprovechar la bocanada de aire fresco que supuso el final de la guerra con Irak en 1988. De aquel entonces viene el recuerdo que muchos intelectuales y artistas iraníes tienen de él como un hombre cultivado, deseoso de abrir el rígido sistema de censura imperante, en especial en lo relativo a la música y la literatura.
Su formación, no sólo religiosa, sino también universitaria laica, su experiencia internacional -dirigió el centro islámico de Hamburgo- y su conocimiento de tres idiomas extranjeros (árabe, inglés y alemán), se citan como elementos que han podido contribuir a su talante abierto y dialogante. No hay que olvidar, sin embargo, que Jatamí pertenece a la jerarquía gobernante y si no hubiese sido por su completa adhesión a los principios del Estado jomeinista nunca hubiese sido aceptado como candidato a la presidencia. Lleva, como Jomeini, el turbante negro que le distingue como sayed, descendiente del profeta Mahoma, un detalle de vital importancia a la hora de ganar el apoyo del campo y de los sectores más tradicionales.
A sus 54 años, Jatamí es un clérigo musulmán shií de nivel medio -hoyatoleslam es la dignidad religiosa que está justo por debajo de ayatolá- que se ha ganado fama de político moderado. Por eso, los cambios que se esperan de él se harán de modo pausado, sin prisas. Está respaldado por una coalición de moderados cercanos al presidente saliente, Alí Akbar Hachemí Rafsanyaní -salido de la tecnocracia modernizadora del país-, así como por la izquierda radical, que dominó Irán durante los 10 primeros años de la revolución y de la que él mismo proviene.
Nada indica aún que peligre el sustento de quienes se dedican en Irán al lucrativo negocio del mercado negro de cassettes, pero las esperanzas de los jóvenes pueden estar más cerca. Así lo creen al menos muchos artistas que ayer celebraron la llegada del nuevo presidente ofreciendo pasteles y flores en varios cines de Teherán.
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