_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sospechas y presunciones

Andrés Trapiello

El día que liberaron a Ortega Lara, cuando todavía las noticias de la liberación eran confusas y escasas, los periodistas, en la persecución de ángulos interesantes del suceso, fueron a un taller colindante con aquel en el que los bandidos le habían torturado y preguntaron si no habían notado nada raro durante esos casi dos años y si los secuestradores no les parecieron sospechosos en algún momento. Uno de los operarios de ese negocio atajó de una manera desagradable diciendo que no , que en absoluto, que siempre le habían parecido personas normales, "gente maja, vascos", añadió. Tal y como lo dijo daba a entender que le habían parecido no ya gente encantadora y además vascos, sino que le habían parecido, incluso que le seguían pareciendo pese a las evidencias del crimen, buenas personas precisamente porque eran vascos, como si los vascos no pudiesen ser otra cosa que "gente maja".Hace unos meses el escritor vasco navarro Eduardo Gil Bera publicó un precioso libro donde relataba el viaje que había hecho siguiendo los pasos de Bareja en el periplo que éste a su vez había realizado, para revivir la expedición del general Gómez. A menudo, nos dice Gil Bera, la matrícula vasca de su coche hizo concebir a más de uno la sospecha, y con ella la "ilusión", de que se trataba de un coche "culpable", y así nos cuenta que la parada que hicieron en Velilla, provincia de Palencia, para consultar el mapa, causó la expectación y la intriga de unos jubilados que querían saber adónde iban, de dónde venían, en qué trabajaban y, de paso, si se iba "a tratar de un secuestro o sólo de un atentado".

En el primer caso los vascos eran personas honorables sólo por serlo, y en el segundo, por lo mismo, asesinos encubiertos o como mínimo presuntos. Podría pensarse que estas dos opiniones no son fruto más que de la precipitación o de los prejuicios, pero está claro también que el destino 0 finalidad de ambas no tenía por objeto sino el beneficio que al enunciarla esperaban obtener unos y otros; en un caso, probar la fe en el ideario del nacionalismo radical, incluso en horas tan bajas como aquéllas, y en el otro, probarse su condición de prestos colaboradores con la ley.

El de la literatura es también un mundo especialmente sensible a las interesadas clasificaciones ideológicas, y de un mismo escritor pueden oírse opiniones contradictorias al mismo tiempo sin que haya mediado la menor reflexión, "infalibles" intuiciones y presunciones increíbles.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Hace no mucho Juan Goytisolo exhumó y glosó en este periódico unas líneas de Cernuda a propósito de la generación del 98: "Si la obra de Valle-Inclán es admirable, la dramática esencialmente admirable y única, su vida es ejemplar, aún más, por contraste con las de aquel grupo de traidores y apóstatas (excepción hecha en el mismo, claro, de Antonio Machado), donde se destaca la suya tan noble", dirá Cernuda.

La opinión de Cernuda, por lo general un crítico mesurado, es aquí agria, desdichada e insostenible, y se ve que está condicionada por las posturas que los del 98 tomaron en la guerra civil, porque la traición y la apostasía a las que alude, términos que tanto gustaban a Menéndez Pelayo, no creo yo que se refieran a postulados estéticos, sino políticos. Excluye de su anatoma a Machado, el único que pasó la guerra en el bando de los republicanos, y a Valle, pero sabemos que éste no tuvo ocasión alguna de traicionar ni apostatar de nada, porque se murió seis meses antes de que empezara la guerra. Pero de haberse plegado Valle a los franquistas, como Manuel Machado en 1936 o como Benavente en 1939, ¿la opinión de Cernuda, y la de la posteridad, habría sido la misma? Por lo demás, llamar traidor y apóstata a Baroja es ridículo. Cualquiera que haya leído las opiniones de Baroja de 1899 sobre la democracia, los políticos, el arte o la literatura, no siempre compartibles, sabrá que son las mismas poco más o menos que las que tenía en 1936 o 1950. Por qué razón al anarquismo de Baroja se le ha llamado reaccionario y en cambio todos encuentran muy progresista el carlismo de Valle-Inclán es una de esas cuestiones misteriosas. Vidas ejemplares fueron las de Machado o Juan Ramón, una vida en verdad ejemplar pese a toda la inquina con que la juzgó siempre Cernuda. Incluso la de éste fue una vida ejemplar y admirable. Ahora, decir lo mismo de la vida desarreglada de Valle y de sus ideas caóticas, aunque inofensivas, cuando es precisamente esto lo que las hace una y otras tan simpáticas parece una mixtificación absurda.

¿Por qué entonces ciertos lugares comunes persisten? ¿Cuál es la naturaleza coriácea de los tópicos? ¿Qué facturas y a quién tienen que pagarlas los del 98 para que vuelvan a leerse sus libros? Lo normal es que se suela obtener algún tipo de beneficio con esta clase de sospechas y presunciones, pero a veces ni siquiera es un beneficio, sino sólo la escusa tonta para no tener que leerlos. Yo creo que Baroja siempre tiene interés, aunque, puestos a transigir, ¿qué le importa al amante de la literatura el Baroja de 1936 (y quien dice Baroja dice Unamuno o Azorín) si tiene un Baroja de 1900? ¿Desde cuándo hay que leer todo Quevedo o todo Cervantes? ¿No bastó Luces de Bohemia para canonizar a Valle?

Decimos literatura de derechas o de izquierdas o gay o abertzale y parece que al destinarla a un público se lo quitamos a otros. Al vengativo, mezquino e injusto insulto de Valle-Inclán contra Galdós hay que darle esta lectura. Cuando un poeta social llama a Juan Ramón Jiménez señorito de casino de pueblo es porque quiere despejarse del camino para la clase de versos que fabrica. Si un director de cine dice de otro, para desprestigiarle, que es comunista, es porque sabe que detrás de él vendrá un senador que tratará de que el sospechoso no vuelva a hacer una película en su vida. Uno creía que a estas alturas todo el mundo sabía que se podía ser de izquierdas y perfectamente memo, e idiota y completamente de derechas. Incluso al revés.

Creo que a muchos les hicieron mejores los escritores y libros que prohibía el régimen de Franco. Aquella lucha valió para eso, para aprender a ser libre y a leer lo que a cada cual le dé la gana sin pasarse por el confesonario, de izquierdas o de derechas, pese a todos aquellos que cada vez que oyen el nombre de éste o del otro dicen, santiguándose, no, no lo leas, ése es un escritor de derechas, ése es un traidor, un reaccionario, un apóstata. Recuerdan un poco al padre Ladrón de Guevara con sus novelistas buenos y malos, asustando a beatas y sacristanes. Aunque aquello también tenía su lado bueno, pues sólo tenía uno que leer los "malos escritores" del padre jesuita o los heterodoxos que condenaba don Marcelino para garantizarse buena literatura. Se ve, pues, que cada época tiene sus réprobos, siempre, más o menos, los mismos, al contrario que el Santo Oficio, que unos años es de derechas y otros de izquierdas, como la Adoración Nocturna y demás congregaciones para las buenas costumbres.

Andrés Trapiello es escritor.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_