El ciclismo ya tiene su kaiser
Jan Ullrich, primer alemán que se corona en los Campos Elíseos
Ha habido reyes, kings, empéreurs, presidentes y konigs. Caníbales y campionissimos. Pero sólo desde ayer, el ciclismo ya tiene su káiser. Han hecho falta 84 Tours para que Alemania, una de las grandes potencias del deporte mundial, corone a uno de los suyos campeón en los Campos Elíseos. Un día histórico el de ayer en París resumido en la figura de un chaval polirrojo, ya sin mejillas resplandencientes, la hirsuta barba convertida ya en perfilada perilla aún el gigantesco aro regalo de su novia Gaby en su oreja izquierda, en un chaval de 1,83. metros y 72 kilos, en un Jan Ullrich que, a los 23 anos sonreía desde lo más alto, encuadrado por el Arco del Triunfo después de dominar durante 22 días la carrera sobria e implacablemente. Una nueva era se anuncia para el ciclismo, dicen los que saben. Un nuevo Induráin. ha caído sobre el pelotón, añaden. Y cuatro años más joven que el navarro cuando ganó su primer Tour.Las similitudes no faltan con otras figuras del deporte alemán. Con el Boris Becker que ganó Wimbledon a los 17 años para convertirse después en una de las grandes figuras del tenis. Con Steffi Graf, gran dominadora del tenis femenino. Con Michael Schumacher, el piloto adorado. Es el espíritu de superación alemán. Cabezas cuadradas con un toque de genio que rompen los esquemas de todos los demás. Pero el ciclismo es otro mundo, una historia aparte. Y,entre las dos ruedas, las similitudes no son atractivas para el prodigio de Rostock, el último orgullo de la fábrica dé deportistas de la extinta RDA. Un hombre tímido y cauteloso, retraído, encerrado en su alemán -no sabe otro idioma, en el pelotón sólo se comunica con gestos con los rivales-, que apareció a la conferencia de prensa del ganador sin las respuestas preparadas. Sin una declaración rotunda. "No sé si seré la nueva estrella del deporte aleman", dijo. "No sé qué impacto he tenido en la sociedad. Dénme por lo menos dos semanas para enterarme". Aturdido.
La ventaja con la que Ullrich ha llegado a París sobre su segundo, el inefable Richard Virenque, es de 9.09 minutos, la más alta desde que Laurent Fignon humilló a Berard Hinault en el Tour de 1984 (10.32m). El tercero, el reencontrado Marco Pantani, se ha ido a 14.03. Cifras que hacen que el insolente parisino se convierta en hombre de referencia. Cuando Fignon ganó su primer Tour, tenía también 23 años. Cuando ganó su segundo, en 1984, nadie dudaba de que se ría el nuevo dominador hasta su ,retirada. Pero aquél fue el último Tour del voraz Fignon. Tanto dispendio de energía para ganar por goleada, y en todo tipo de, clasificaciones, le destrozó. A partir de entonces, enfermedades, tendinitis, un declive triste y temprano. ¿Ullrich, un nuevo Fignon? Sí, pero no. Tantas cosas les diferencian. Sólo en común, la exhuberancia en la imposición de la ley del más fuerte y el ardor juvenil.
Ullrich, a diferencia de, Fignon, es un puro producto de la disciplina mezclada con los sueños. El mundo gris de la RDA, dormitorios colectivos, desayuno a las 6.30, escuela hasta las 11, entrenamientos y más escuela. Los sueños del lujo y el esplendor occidental vistos y deseados por la ventana de la televisión. Furtivas sesiones de Tour, a escondidas; revistas de ciclismo no entendidas, vistas de cromos a medianoche. El deseo ser otro Fignon, otro Le Mond, americano y, por lo tanto, más lejano. "Si algún día dejo de poner los pies sobre la tierra, avísame", le dice de vez en cuando a su masajista y confesor, Dieter Ruthenberg. Todo eso, el saber que sus ídolos cercanos, Olaf Ludwig y Uwe Ampler, nunca podrían competir con los lejanos, los sólo conocidos en fotografía, se ha visto en carrera. UlIrich no es un líder maligno, no tiene que pelearse su puesto para estar en la cabeza del pelotón, sabe estar sin molestar. Todos sus rivales le definen como un "líder, agradable". Todos, Olano, Virenque, Pantani se declaran amigos suyos. "Corre siempre delante y sabe estar", dice Olano. "No por poderío, como Riis, sino por técnica" . Fignon, siguiendo con el ejemplo, no despertaba, exactamente, la misma relación.
UlIrich ha ganado con más de nueve minutos de ventaja, lo que es síntoma de cierto desperdicio, pero al mismo tiempo no ha hecho enemigos en el pelotón. ¿Habría dejado Fignon ganar a Virenque la etapa de Courchevel? ¿Habría dejado el parisino de luchar por el maillot de la montaña? ¿Habría resistido el impulso de doblar a su segundo en la última contrarreloj?
Ullrich ha cometido errores de juventud durante el Tour. No ha sido maestro de la carrera en todo instante. Ha mostrado síntomas de debilidad durante la última semana. ¿Son defectos suyos o de su equipo? Ullrich, no hay que olvidarlo, llegó al Tour como segundo del ganador del año anterior. Sin casi quererlo, simplemente estando ahí, tomó el testigo de Riis. Las heridas y tensiones dentro del Telekom no, estaban aún cerradas. Y siguen sin estarlo. Bjarne Riis acepta el triunfo de su segundo, pero sólo le reconoce una mínima parte. Para él, la más importante. "Jan tiene las piernas y yo la cabeza", dice. "Pero yo sigo siendo el jefe., Lo veremos el año próximo".
Ullrich ha mostrado debilidades. Los rivales se aprestan a explotarlas en el 98. Pero, ¿eran debilidades propias de su inexperiencia y la lucha interna dentro de su equipo, en la que también han entrado las exigencias de Zabel, o flaquezas estructurales? La resolución de esta duda se verá en el 98. Se sabrá entonces si puede ser el nuevo Induráin o se quedará en el Fignon de los años de transición.
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