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Pantaleón

Ya sabemos que hoy se licua en el monasterio de la Encarnación de Madrid la sangre de san Pantaleón. Y si no se licua, eso es signo de alguna desgracia. Mucha gente acude a pedir la intercesión del santo al precioso convento que fundó la reina Margarita, esposa de Felipe III, en el siglo XVII. Pantaleón era hijo de un rico hacendado de Nicomedia de Bitinia y nació a finales del siglo III.Pantaleón desdeñó la carrera de las armas y quiso ser médico. Al convertirse al cristianismo, gracias al presbítero Hermolao, unió su ciencia médica con el don de milagros. La curación de un ciego hizo que su padre se convirtiera, y en una ocasión resucitó a un niño que había muerto por la picadura de una víbora. También consta que mató al áspid rezando simplemente una oración.

Los emperadores Diocleciano y Maximiano, que estaban en Nicomedia, tomaron a Pantaleón como médico, pero cuando se enteraron de que se había convertido al cristianismo, decidieron martirizarle. Uno de los testigos de su decapitación recogió unas gotas de la sangre del santo y las depositó en una ampolla de cristal que cerró después con vidrio al rojo vivo.

La reliquia se conservó en Constantinopla hasta que la ciudad cayó en poder de los turcos en el siglo XV. Luego pasó a la capilla privada del Papa, en el Vaticano. Y Paulo V se la regaló al virrey español de Nápóles, don Juan de Zúñiga. Así llegó al convento de la Encarnación de Madrid, en el que don Juan tenía una hija monja.

No es la sangre de san Pantaleón la única que se licua en el mundo. Lo mismo sucede con la de san Jenaro, obispo mártir también del siglo III, en Nápoles.

La diferencia está en que, mientras la de nuestro santo se licua solamente un día al año, el de su martirio, la de san Jenaro lo hace además con motivo de grandes acontecimientos. Se cuenta que, cuando Garibaldi entró en Nápoles, preguntó si se había licuado la sangre de san Jenaro. "No", le dijeron. Y él replicó: "Pues que se licue". Lo que ocurrió después pertenece al reino del misterio.

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