Las elecciones mexicanas refuerzan a Zedillo, pero abren grietas en el PRI
Apoyado en dos muletas por una reciente operación de menisco y con la derrota de su partido a las espaldas, el presidente de México, Ernesto Zedillo, emerge de las elecciones del pasado domingo como el artífice de la democratización del régimen y gana puntos en los escenarios internacionales. Dentro del gubernamental Partido Revolucionario Institucional (PRI) la percepción es otra. El presidente está en el banquillo de los acusados por el grave retroceso electoral sufrido. Su figura, dicen algunos, ha quedado debilitada frente a una vieja guardia deseosa de imponer su propia estrategia.
Las elecciones legislativas y locales del domingo han aportado al sistema mexicano en general y al presidente Zedillo en particular una credibilidad muy necesaria para afrontar sus compromisos internacionales. De ahora en adelante, en Washington o en Bruselas, las delegaciones mexicanas no oirán aquellas recomendaciones sobre "la necesidad de una apertura política", que tanto les molestaba. El acuerdo con la Unión Europea (UE), atascado en una claúsula sobre el respeto a los principios democráticos, se negociará en lo sucesivo en otro ambiente.En el interior del país, sin embargo, el cuadro es más complejo. El batacazo del PRI, que ha perdido la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y el gobierno de las dos entidades más importantes del país (el Distrito Federal y el Estado de Nuevo León), ha generado, como se esperaba, turbulencias. Más allá del hartazgo político, la sociedad mexicana ha castigado al PRI por la crisis que estalló en diciembre de 1994 y por un plan de ajuste cuyos logros macroeconómicos no han notado las ya castigadas economías familiares.
Aferrándose a esta realidad, la vieja guardia (o dinosaurios) cree que le ha llegado el turno y afila navajas. El argumento que sostienen es que el PRI debe volver a "sus raíces", es decir, "la defensa de las clases populares", y abandonar "la senda del neoliberalismo". Como aval presentarán los buenos resultados obtenidos por el PRI en los Estados de Puebla y Tabasco, gobernados por dos de los duros del partido, Manuel Bartlett (acusado por la oposición de haber violado la ley electoral) y Roberto Madrazo.
Un político aislado
Obviamente, estos planteamientos difieren radicalmente de la política del Gabinete de Ernesto Zedillo y se aproximan más a la línea del centroizquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), que ha logrado un enorme avance en los comicios. "El gran derrotado es el PRI modelo 90", dice Carlos Castillo, dirigente del conservador Partido de Acción Nacional (PAN) y candidato perdedor a la alcaldía del Distrito Federal. Con esta definición Castillo alude al sector tecnócrata que ha regido el país desde principios de esta década. El ganador, opina, es el "PRI modelo 70", como llama al PRD, fundado por ex priístas. "El presidente es probablemente el político más aislado del país: aislado de su partido, aislado de la oposición".El presidente tendrá que fortalecer sus posiciones dentro del partido para mantener su estrategia. Ahora, además, no contará ya con la "apisonadora priísta" en el Congreso para sacar adelante sus propuestas, con lo cual es gran edificio de su política económica podría tambalearse peligrosamente.
Por lo pronto, y mientras continúa el recuento de los votos, los grandes triunfadores, el PAN y el PRD, han iniciado los contactos en busca de un consenso estratégico para evitar que el PRI pueda garantizarse una mayoría con los dos pequeños partidos que han logrado asomar la cabeza en la Cámara de Diputados: el Partido del Trabajo (alentado por el anterior Gobierno) y el Partido Verde Ecologista, nacido en torno a otro ex priísta.
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