Un adiós anticipado
"Nada, voy a hacer como Bugno en su último ano, pasar de todo". Tony Rominger bromeaba el viernes, antes de la salida del Tour. Acababa de tomar una determinación. Puede que el Tour nunca le haya amado, pero él amaba al Tour. No podía despedirse de la carrera que siempre le negó sus favores por la puerta pequeña.Rominger, el veterano suizo que ayer se rompió la clavícula derecha y tuvo que abandonar el Tour en ambulancia, había estado hundido durante la Vuelta a Suiza, una semana antes. Las relaciones con su director, Cyrille Guimard, no marchaban de ninguna manera. Le habían acusado de ser un mal profesional, de no entrenarse, y encima se quedaba descolgado en los puertos suizos. Sólo las llamadas de sus amigos le quitaron de la cabeza la idea de retirarse del ciclismo antes de que saliera el Tour. Pero le convencieron, hizo un magnífico prólogo y nadie le podía disuadir después de que ganaría una etapa a lo grande y diría adiós.
Ayer por la tarde, en su hotel, su masajista y amigo, Marcelino Torrontegui, tenía en sus manos el casco destrozado de Rominger. "Había decidido ponérselo después de la caída del domingo, de la que se libró por los pelos", dice Torrontegui. De la caída de ayer no pudo librarse, quizá porque llevaba casco. Hoy será trasladado a París para ser operado. Se acabaron sus sueños. Posiblemente no se le vuelva a ver montado sobre una bicicleta, aunque en los planes de su equipo entraba el que disputara la próxima Vuelta. Podrá sonreír, sin embargo: no ha acabado como Bugno.
Rominger quedó tercero en la pasada Vuelta; Zülle, primero. De aquel podio suizo, de la ronda española sólo sigue indemne Dufaux. Zülle volvió ayer a perder tiempo al verse cortado por la caída. Subió al autobús y sólo pudo quejarse de su mala suerte.
En el equipo le habían dicho, según cuenta el manager del ONCE, Pablo Antón, que dejaban en sus manos la posibilidad de retirarse. "Esperábamos que se retirara durante la etapa, pero no ha sido así".
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