Vuelco mexicano
CON LAS primeras elecciones limpias en la historia del país, México ha iniciado su transición hacia la democracia plena. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) ha perdido el control del Congreso, la alcaldía de la capital federal y la administración de dos grandes Estados. Esta secuencia marca el comienzo del fin de un régimen que nació como resultado de la revolución contra el dictador Porfirio Díaz y que se erigió de hecho en una nueva dictadura de partido único por espacio de casi 70 años. El ogro filantrópico, en terminología de Octavio Paz, deviene en una democracia más. Bienvenido sea un cambio que se ha demorado demasiado tiempo. Por mucho que su partido reproche al presidente Zedillo esta derrota parcial, la historia le reconocerá haber abierto el camino a la democracia.La victoria en la capital del líder del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Cuauhtémoc: Cárdenas -hijo del presidente Lázaro Cárdenas, el más popular de la historia méxicana y de grato recuerdo para el exilio español-, ha resultado espectacular. Es un triunfo personal de este político que rompió con el PRI en 1987 para liderar un proyecto independiente que ha ido ampliando su base electoral. El PRD ha superado el domingo con creces su resultado en las elecciones presidenciales de 1994. El control de la capital mexicana, con sus 20 millones de habitantes y más de 200.000 funcionarios, aportará al PRD una experiencia de poder de la que carece. Si a partir de diciembre Cárdenas sabe ]levarla con tino y paliar los problemas de esa gran urbe con enormes desniveles sociales y con todas las degradaciones de las megalópolis -espantosa contaminación, niveles de marginalidad alarmantes, corrupción generalizada que afecta muy especialmente a la policía-, este político de izquierda puede encontrar una buena plataforma para intentar de nuevo ganar la presidencia en el año 2000. Pero los problemas de México DF son tantos que puede ser también un cargo envenenado.
Aparte de la capital, el PRI ha perdido también en los Estados de Querétaro y Nuevo León -el segundo del país por su peso industrial-, ambos a manos del conservador Partido de Acción Nacional (PAN). De esta forma, la mancha del PAN se extiende a lo largo de casi toda la frontera de México con Estados Unidos. El., líder del PAN se convierte así en otro candidato con serias aspiraciones en las próximas presidenciales.
El escrutinio del domingo confirma que la nueva arquitectura electoral pactada entre todos los partidos ha funcionado de forma que nadie pone en duda los resultados. Sólo en la zona de Chiapas controlada por la guerrilla zapatista se ha impedido el normal desarrollo de los comicios. Este solo hecho es por sí mismo una revolución. A ello se suma que, de confirmarse los primeros resultados parciales, se producirá un vuelco en el equilibrio de poderes, ya que el presidente. Zedillo se las verá con un Congreso que tiene un amplio poder en materia de presupuestos y en el que a partir de ahora el PRI se encontrará en minoría. El poder del PRI ha dejado de ser absoluto, aunque siga controlando muchos resortes, incluido el Senado, que sólo se renovaba en una cuarta parte. El partido que ha estado 70 años en el poder ten drá que aprender a negociar y a pactar.
En la primera ocasión que han tenido para hacerlo, los mexicanos han expresado su rechazo al continuismo de una dictadura institucional -la dictadura perfecta, según Vargas Llosa-, salpicada por escándalos de corrupción y asesinatos y que no logra sacar al país de la profunda crisis económica en la que está sumido. El artífice decisivo de este vuelco hacia un régimen garantista ha sido el presidente Zedillo. Discutida desde el principio su voluntad reformista, aceptó el reto y lo ha cumplido: Zedillo ha logrado imponerse a la línea más inmovilista del PRI -los dinosaurios- y celebrar unas elecciones que marcan un antes y un después en la historia mexicana. Sólo los nuevos aires y el avance decidido hacia la democracia contribuirán a resolver los problemas políticos, económicos y sociales que aquejan a ese gran país. Por otra parte, el hecho de que el PRI haya obtenido el 37% de los votos al Congreso de los Diputados no puede considerarse una derrota, significa que después de casi siete décadas en el poder todavía conserva una amplia base social. Las elecciones presidenciales del año 2000 todavía no tienen vencedor. Lo sucedido el domingo las abre, pero no señalan al elegido.
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