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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Buenas vibraciones

JOSÉ MARÍA Aznar, presidente del Gobierno, y Joaquín Almunia, nuevo jefe de la oposición en su calidad de secretario general del PSOE, mantuvieron ayer un primer encuentro de una hora de duración en Moncloa. "Es el jefe de la oposición. Hay que tratarlo bien", dijo Aznar para explicar el encuentro. Aunque es evidente que la existencia de reuniones de éste tipo no garantizan el buen entendimiento entre el Gobierno y la oposición -ahí están para demostrarlo las que sostuvieron Aznar y González, que no consiguieron superar la mala química existente entre ellos-, el diálogo institucional es un requisito mínimo para evitar los vaivenes en cuestiones de Estado y, por supuesto, la condición de partida para restablecer la serenidad en la vida política, que no tiene por qué estar reñida con una oposición firme. Las primeras impresiones apuntan a que el Gobierno y los socialistas podrían establecer unas mínimas reglas de juego que eviten algunos de los sonrojantes espectáculos políticos que se han vivido desde finales de 1996. En esta promesa de bonanza que anunciaron ayer Aznar y Almunia hay bastante cálculo político, y no podía ser de otra forma. Aznar está interesado en potenciar momentáneamente la figura de Almunia para diluir en lo posible la de Felipe González, que aún produce cierto pánico en el PP, y el nuevo secretario general del PSOE está obligarlo a labrarse una ejecutoria política que no sea una mera fotocopia de la de su antecesor. La coincidencia. de ambos intereses puede propiciar una atmósfera de mayor tranquilidad. Las reglas de juego pactadas ayer restablecen, al menos aparentemente, la comunicación, el respeto entre los interlocutores y el sentido de Estado para los asuntos de especial relevancia. La confianza en que es posible normalizar las relaciones políticas y rebajar la crispación queda reforzada por el anuncio de que se han detallado áreas de consenso como el terrorismo, la política de defensa y la construcción europea, y que existe la posibilidad de que en septiembre se amplíen los espacios para encontrar puntos de acuerdo en política autonómica, económica y de justicia. Este perímetro es lo suficientemente amplio como para suponer que Moncloa y Ferraz puedan circular en un peiodo de relaciones Más distendidas y más rentables para la sociedad española.

Todo lo anterior, por supuesto, son "buenas vibraciones" que requieren un contraste con los hechos, sobre todo a partir del nuevo periodo legislativo. El PP tendrá que demostrar que es capaz de gobernar sin hacer de oposición a la oposición -como tantas veces ha ocurrido en los últimos tiempos en el Parlamento- y sin esos arranques de mal gusto como esa descripción artificial de que "González sigue siendo el número uno, y Almunia, el número dos". Tales puerilidades revelan la resistencia de alguna gente de la derecha a gobernar sin complejos y a aceptar escenarios nuevos que pueden resultarle incómodos, El PSOE debe ajustar su sintonía política con la del nuevo secretario general y prepararse para un trabajo duro de recuperación de confianza y votos. Interesa, sobre todo, que los ciudadanos puedan elegir entre dos alternativas capaces de gobernar sin que esté permanentemente en juego la legitimidad de unos u otros.

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