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Tribuna:DEBATE SOBRE EL EMPLEO
Tribuna
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Mercado de, trabajo y declive demográfico

El autor defiende la flexibilidad en el mercado laboral, como generador de empleo para todos y para recuperar la tasa de natalidad.

De un tiempo a esta parte se ha extendido, justificadamente, la alarma sobre la evolución demográfica española de la última década, espoleada por declaraciones de políticos y líderes de opinión de procedencia muy diversa. España presenta hoy día la tasa de natalidad más reducida de entre todos los países avanzados y probablemente de todo el globo. Nuestra tasa de fecundidad -esto es, el número de hijos por mujer en edad fértil- ronda la cifra de 1,20, prácticamente dos terceras partes de la tasa registrada en países tan distintos como Estados Unidos, Irlanda y Suecia. En Cataluña, que se ha distinguido por estar e la avanzadilla de os cambios demográficos que ha experimentado España en las dos últimas décadas, el crecimiento vegetativo de la población ha pasado ya a ser negativo. En definitiva, a menos que se recurra a la inmigración, la población española parece destinada a sufrir un proceso, de envejecimiento imparable. Y con éste, a presenciar la quiebra de nuestro te ido familiar tradicional y una presión financiera difícilmente soportable sobre el sistema público de pensiones y los niveles contemporáneos de gasto social.¿A qué se debe esta prolongada caída en nuestra tasa de natalidad? ¿Es posible imaginar algún tipo de medidas públicas que fomente, si así se deseara, el crecimiento de la población? Durante un cierto tiempo se describió la paulatina caída de la natalidad en España como un fenómeno puramente pasajero, que había de resolverse automáticamente con el paso del tiempo. El descenso en el número de hijos sería el resultado de la conjunción de un ciclo económico poco boyante, la incertidumbre de la transición democrática y, ante todo, la posposición del matrimonio a edades más tardías y, si se quiere, más propias de una sociedad avanzada. Una vez mejorase la economía, se consolidase la democracia y se recuperase la tasa de nupcialidad, se argumentaba, nada había de impedir a España superar el punto de inflexión por el que pasaba y equipararse con las tasas (moderadas) de natalidad de los restantes países europeos.

Casi 20 años de declive demográfico han obligado, no obstante, a barajar causas más profundas o estructurales para explicar el estancamiento de la población, española. La opinión más extendida es que la tasa de natalidad actual no es otra cosa que el reflejo de las transformaciones culturales que ha experimentado la sociedad desde los años sesenta y, por tanto, de un cambio en las preferencias de los españoles sobre el número de hijos deseable. La familia nuclear sin hijos o con un solo hijo sería, en definitiva, el símbolo emblemático de la definitiva "europeización" de lit Península.,

Atribuir la situación de estancamiento poblacional únicamente a la modernización cultural y al creciente liberalismo sociológico de los españoles no se aviene, sin embargo, ni con el comportamiento demográfico de otras partes de Europa ni con los datos con que contamos sobre las preferencias de los españoles sobre el tamaño ideal de su familia. Países. con una renta per cápita mucho más elevada que la nuestra y, con una trádición política liberal más prolongada que la española presentan tasas de fecundidad más altas que España. En 1992, en los países escandinavos y anglosajones se daba un promedio cercano a los 1,90 hijos por mujer en edad fértil; es decir, un 60% más que en España. Por su parte, Austria, Bélgica, Francia y Portugal, sociológicarnente más cercanas a España, contaban ese mismo año con una tasa de fecundidad en torno a 1,60 hijos; esto es, un tercio más que en España. Asimismo, una encuesta recientemente publicada en EL PAÍS a estudiantes universitarios españoles revelaba que como media, éstos desean tener en el futuro alrededor de dos hijos, una cifra claramente por encima del promedio actual en España y en clara correspondencia con el número de hijos en los países nórdicos.

Ni coyuntura económica ni modernización social se bastan por sí solas, por tanto, para dar cuenta, del declive poblacional español. La caída de la tasa, de fecundidad española se debe, en último término, al imperfectísimo. funcionamiento de nuestro mercado de trabajo, en particular desde que, en los últimos años, la mujer ha decidido incorporarse plenamente a aquél.

Los datos que se presentan en el gráfico adjunto son elocuentes al respecto. En el gráfico se pone en relación la tasa de fecundidad en 1992 (eje de ordenadas) y la proporción de la población que tiene empleo en los países de la OCDE (eje de abscisas). Con la excepción de Irlanda, que combina una tasa de fecundidad elevada y una tasa de ocupación reducida (cerca del 50% de la población), la relación, que es positiva, es notablemente estrecha. Trabajos e hijos se dan la mano en los países más avanzados. Cuanta más población se halla ocupada, mayor es el número de hijos por mujer: los casos de Estados Unidos y Suecia. Por el contrario, una tasa de ocupación reducida está vinculada a una tasa de. fecundidad mínima: España y, no muy a la zaga, Italia.

A primera vista, la relación parece paradójica. Una tasá de ocupación baja, que es generalmente el producto de la escasa incorporacion de la mujer al mercado de trabajo, debería corresponderse con una sociedad con un número de hijos por familia elevado. Asimismo, cabría esperar, las tasas de fecundidad más reducidas en aquellos paises con más mujeres empleadas fuera del hogar.

La relación que muestra el gráfico tiene, en realidad, una explicación sencilla, que desvela el nudo gordiano de la situación demográfica español. A medida que la mujer decide participar plenamente en el mundo del trabajo, la flexibilidad de éste, y su correspondiente capacidad para generar empleo, adquiere un papel relevante en el número de hijos que cada familia se halla dispuesta a tener. En un mercado de trabajo con los mecanismos adecuados para generar empleo para todos y que cuenta, por tanto, con una tasa de ocupación elevada, nada se opone a tener hijos. Si para tenerlos es necesario abandonar temporalmente el empleo actual, al, objeto de cuidarlos, el coste en que se incurre es mínimo. Dada la abundancia de empleo, reincorporarse al mundo del trabajo resultará fácil una vez los hijos se hallen en edad de ser, escolarizados. En este caso -que abraza las experiencias escandinavas y anglosajonas-, empleo y descendencia son, en suma, bienes, compatibles.

Por el contrario, en aquellos países con un mercado laboral imperfecto y tasas de ocupación bajas, abandonar el empleo y salir del mercado de trabajo es arriesgarse a no poder entrar de nuevo en él en el futuro. Una vez asegurado el, contrato permanente, ¿quién arriesga despedirse, excepto si se halla. en situaciones muy privilegiadas (por ejemplo, tener cualificaciones en gran demanda o estar empleado en instituciones con sistemas de maternidad muy generosos)? Abandonar el empleo es lanzarse al descubierto sin la seguridad de lograr una nueva colocación en el futuro, precisamente cuando más se necesita: cuando hay hijos en casa. Sin posibilidad de dejar el empleo, las familias deciden frecuentemente posponer la decisión de tener hijos o limitarlos a un número mínimo. Y aquellas parejas que desean tenerlos, sin renunciar al empleo de que disfrutan, se apoyan tanto en la generación de los abuelos como en un complicadísimo juego de parientes y guarderías. Tal como se deduce, del gráfico, España es el caso extremo, pero de ninguna manera excepcional, de la decadencia demográfica que impone un mercado laboral rígido: en la misma situación, se encuentran otros países mediterráneos y, en general, toda Europa continental (excepto Escandinavia). La preocupación por asegurar empleos a los ya ocupados se ha saldado con una tasa baja de creación de nuevo empleo y ha coartado, a medio plazo, la expansión demográfica de esos países. En otras palabras, la protección de los, mayores se ha hecho imponiendo unos costes gravísimos sobre las generaciones más jóvenes.

A la vista de la situación de otros países, la solución al declive demográfico no se resolverá fácilmente mediante la extensión de beneficios fiscales (siempre serán limitados) a las familias con hijos. Ni tampoco pasa necesariamente por crear una red extensa (y quizá demasiado costosa en estos tiempos de restricciones de guarderías. Basta con que el mercado de trabajo funcione adecuadamente; es decir, con la flexivilidad apropiada para generar empleos para todos, para que la tasa de natalidad en España se recupere y alcance los niveles de otras, sociedades avanzadas.

Carles Boix es profesor en los departamentos de Ciencia Política y Economía de Ohio State University y profesor visitante en la Universitat Pompeu Fabra.

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