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Nano, un estalinista convertido al capitalismo

El líder socialista de Albania es un político libre del estigma de la corrupción

Cuando Fatos Nano salió en el turbulento marzo pasado de la cárcel donde fue arrojado en 1993 por el presidente Sali Berisha por presunta corrupción, el jefe del Partido. Socialista albanés dijo de su enemigo y amnistiador forzoso (la condena era de doce años): "Puedo estrecharle la mano como albanés, pero no como presidente". La frase de Nano, un economista que en 1991 fue el último primer ministro del régimen comunista de Ramiz Alia, va camino de cumplirse inmediatamente, quizá tan pronto como la semana próxima, tras la holgada victoria en las elecciones del domingo frente al Partido Democrático de Berisha, que durante cinco años gobernó Albania como un cortijo.Los años en una remota prisión de alta seguridad en la localidad de Tepelena, sublevada como otras muchas abiertamente contra el presidente a raíz de la quiebra de los sistemas de ahorro piramidal a comienzos de, este año, han elevado el perfil público de Nano, uno de los pocos políticos albaneses del signo que fuere con una convincente coartada en el desastre reciente de su país. Desde la cárcel se tienen menos posibilidades de cometer errores, y a la abultada y todavía desconocida victoria electoral socialista y de sus aliados centristas no, es ajena la percepción popular de Nano como alguien con las manos limpias durante el tiempo en que Albania se ha deslizado vertiginosamente por el tobogán de su descomposición. Tras las rejas, Nano se impuso el verano pasado a las corrientes más dogmáticas de los herederos de Enver Hoxa y forzó en el congreso del partido la abjuración del marxismo por los socialistas y su compromiso firme con una vía capitalista. El rejuvenecimiento de los cuadros del partido y su puesta a la moda han incluido en el caso de su jefe, un cambio de aspecto, de gafas, de ropas, que se hizo patente inmediatamente después de que Berisha le hiciera trasladar a Tirana, en el apogeo de la revuelta popular, y decretase su liberación anticipada.

Comunista como el cardiólogo Berisha, ilustrado como él, Nano, que fue derrocado por una huelga general cuando asumió por segunda vez la jefatura del Gobierno con resultados económicos desastrosos, había, disentido tímidamente, en 1990, de la ortodoxia del partido único, pese a su pedigrí como hijo de un propagandista del régimen estalinista de Hoxa y sus estudios en el Instituto de Marxismo-Leninismo de Tirana. Sabedor de que muchos albaneses no creen demasiado en su caída del caballo, ha utilizado una buena parte de sus mítines para remachar su conversión.

En los días finales de la campaña electoral que ha acabado haciendo de él el nuevo hombre fuerte de Albania, este profesor universitario de 45 años, ha insistido en que defiende la libre empresa y la propiedad privada". Su nuevo credo se resume en "privatización, asistencia social y descentralización del poder". Bonitas palabras para el país más pobre y desvertebrado de Europa.

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