La ruleta francesa
Un camionero español es maltratado por agricultores galos y amenazado con un revólver cargado con una bala
A Miguel Trujillo, un camionero malagueño de 34 años, la mañana del 29 de mayo no se le olvidará mientras viva. Seguro. Porque ese día un grupo de agricultores franceses le hizo tomar conciencia a punta de pistola de que su problema con los camioneros españoles iba en serio. A Trujillo, según cuenta y según ha hecho constar en una denuncia interpuesta ante la Guardia Civil de Mijas (Málaga), le cogieron de madrugada cinco agricultores franceses a pocos kilómetros de Lyón. Le golpearon, le insultaron y jugaron a la ruleta rusa con él. Todo ocurrió delante de un grupo de gendarmes que acababan de someter su camión a un control y que no hicieron nada por librarle de sus agresores.Trujillo está casado y tiene una hija. Lleva en el camión desde los 21 años -"desde que tengo edad para llevarlo", aclara-. Confiesa que le entró el gusanillo del camión muy joven, porque le parecía una forma atractiva de ganarse la vida, "aunque nunca había vivido ninguna aventura, y menos tan triste como ésta", bromea. De los ataques que venían sufriendo algunos de sus compañeros por parte de los agricultores franceses sabía sólo por las noticias de la televisión. "Yo llevo yendo a Francia tres meses, y jamás había tenido un problema. Ni siquiera me los habían contado directamente", dice.
Por eso, aquella mañana del 29 de mayo, que encima iba de vacío porque acababa de dejar un cargamento de productos farmacéuticos en una localidad cercana a Lyón, estaba la mar de tranquilo. "Hacía algunas horas que había dejado el cargamento en su destino y volvía a casa", cuenta. "Unos gendarmes que estaban haciendo un control en la carretera me obligaron a echarme a un lado. Revisaron la documentación, miraron el tacómetro, lo comprobaron todo y, como estaba todo correcto, me dijeron que podía marcharme. Pero antes de que me diera tiempo a subir al camión llegaron cinco tipos, cinco campesinos en una Renault Exprés blanca. Se bajaron y se me acercaron con una actituc muy agresiva, aunque yo estaba muy normal, porque no sabía ni de qué iban", añade.
"Pero de pronto me rodearon y empezaron a darme empujones y patadas. Yo me sorprendí, porque sabía que los gendarmes estaban allí y pensaba que iban a ayudarme, pero no vinieron". En medio del tumulto, Trujillo vio que uno de los hombres se sacaba una pistola de debajo de la camisa. "Al principio ni sabía lo que era; yo vi una cosa negra y ya está. Pero el tipo me dijo: 'Español, hijo de puta', y cogió una bala. La metió en el cargador, hizo girar el tambor y me puso la pistola en la sien. Llegó a disparar dos veces. A la tercera, no sé cómo, le di una patada en la mano y se le cayó la pistola. Como pude, me zafé de los demás, llegué al camión, arranqué y me fui".
El transportista asegura que el pánico le impidió tomar datos de los asaltantes o de los gendarmes que habían contemplado la escena. "Sólo sé que los cinco tipos eran agricultores. Lo sé por la pinta que tenían y por las cosas que decían". De los gendarmes cree que podían estar de acuerdo con los asaltantes. De ahí que no se atreviera a denunciar el hecho en territorio francés. "Yo lo que sí había oído es que los gendarmes tienen intervenidas las frecuencias de radio de los camioneros españoles, por eso ni siquiera me atrevía a comunicarme con un compañero para contar lo que me había pasado. El viaje hasta España fue una pesadilla. En mi vida había pasado tanto miedo", comenta.
Tampoco quiso denunciar cuando pisó territorio español. "En ese momento, sólo estaba deseando llegar a mi casa", se justifica, "pero luego, cuando pensé que seguro que muchos compañeros estaban pasando lo mismo y no denunciaban por miedo, me animé y me fui a la comandancia de la Guardia Civil". Ahora, Trujillo ha dejado el asunto en manos de la empresa para la que trabaja, Transcerri. "Ellos me han asegurado que se piensan poner en contacto con el consulado español en Lyón para que tomen medidas y eviten que otra gente tenga que pasar por lo mismo que yo". Y en cuanto a su vida, espera que vuelva a ser normal. "Ahora no hago nada, porque me están arreglando el camión. Pero en cuanto esté volveré al trabajo. Tengo más miedo que antes, pero ya ha pasado".
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