El peligro del circo
Lo de menos es imaginar siquiera lo que sucedería si. levantara la cabeza Avery Brundage -el presidente del atletismo y del olimpismo más feroz defensor de un deporte amateur aunque fuera demasiado trasnochado-. Seguro que se moriría del susto y de la rabia mucho más que Pierre de Coubertin, un adelantado a su tiempo, como dice muchas veces Juan Antonio Samaranch.Pero el propio presidente del COI actual, que ha llevado a los profesionales a los Juegos Olímpicos con astucia y modernidad, ya se ha ocupado de aclarar que si el atletismo -su discutible presidente Primo Nebiolo- quiere pagar a los atletas por correr, que lo haga. Pero que no habrá premios en los Juegos Olímpicos, aunque un triunfo en ellos, o la publicidad, traigan muchísimo dinero a las estrellas. Es un matiz importante. Podría incluso califi carse de hipócrita, pero está claro que la gloria de ciertos momentos, la famosa medalla, no tiene precio, no se puede cuantificar en ese instante, porque incluso está por encima, y ya es difícil, del dinero.
El problema es si espectáculos como el de anoche no acabarán superando la entidad profunda de un deporte. Porque si en los próximos Mundiales de Atenas, en agosto, Bailey gana el doble que ayer por ven cer en los 100 metros, se los tendría bien merecidos. Habría triunfado en el más difícil todavía, pero de un circo serio. Ni en fútbol vale todo. Los Madrid-Barcelona no pueden jugarse en torneos veraniegos.
Ha estallado la espita del dinero y está bien, porque la atracción se paga. Pero con profundidad. Los chiringuitos están bien para pasar el rato. Las catedrales o los museos son otra cosa. También en deporte.
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