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ATLETISMO

La carrera del fiasco veloz

Johnson se lesionó a los 80 metros, cuando Bailey ganaba ya claramente

La carrera para saber cuál es el hombre más veloz del mundo terminó en un fiasco. Pero no sólo porque Donovan Bailey ganara en solitario. Michael Johnson se lesionó en el cuádriceps de su pierna izquierda y se acabó la emoción apenas a los 80 metros de carrera. Bailey hubiera ganado quizá igual, porque ya había cogido la compensación a Johnson en la curva, precisamente donde el plusmarquista mundial de 200 metros debía tener ventaja. Pero las sensaciones eran ya malas desde el día anterior, cuando el equipo del plusmarquista de 100 presionó porque las condiciones de la pista no eran buenas. Si se mantuvo todo fue porque había ya mucho dinero por medio y se confirmó que se podía cobrar. Eso fue lo único claro ayer en el Skydome de Toronto, un estadio de béisbol reconvertido por un día para el atletismo de exhibición: Bailey cobró 1.500.000 dólares -500.000 de fijo y 1.000.000 por ganar-, unos 225 millones de pesetas, y Johnson, 500.000, sólo 75 millones de pesetas. ¡Ah! Y Adidas, que calzaba a Bailey, ganó a Nike, lo que en estos tiempos es ya como la victoria sorpresa del viejo aristócrata venido a menos frente al pujante ejecutivo moderno. Algo así como el ya raro triunfo de Ferrari frente a Williams en la Fórmula 1.Fue ya significativo que Bailey apareciese mucho más tenso en la salida que Johnson. Éste no se inmuta nunca, pero el canadiense parecía volver a mostrar su capacidad para estar al límite en las grandes ocasiones. No en vano ha sido un campeón mundial y olímpico contra pronóstico, como si le faltara carisma. Pero siempre ha confirmado después que es un gran profesional.

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Tenía el gran reto de superar los primeros metros de curva en los que teóricamente Johnson iba a ser superior. Y lo hizo espléndidamente. Tardó algo más en equilibrarse dada su mayor estatura que el norteamericano, pero su zancada pronto le permitió coger casi la compensación. Bailey corría por la calle interior y tenía la referencia de Johnson, pero desde el principio dio la sensación que que quería meter presión a su rival, mucho antes de llegar a la recta. Balley no sale bien, pero ayer apenas se notó. Y cuando terminó la curva -25 metros más larga que si hubiera sido en pista normal, lo que tampoco le favorecía en teoría- ya había empezado con sus clásicos golpes de cadera en la recta para acelerar el ritmo. Johnson estaba detrás y quizá definitivamente superado, aunque cabía esperar aún su rara aceleración contraria de caderas bajas y zancada corta. Pero no dio tiempo. Se rompió y quizá le vino bien para evitar la humillación total. Bailey llegó mirando para atrás en 14.99 segundos.

A velocistas altos y potentes, como Carl Lewis, muchas veces daba la sensación de que les vendría mejor correr sobre 110 o 120 metros. A Bailey, también. Johnson más bien está para todo lo que pase de 200 y de 400, donde ya ha asombrado.

Bailey, tras la carrera, valoró mucho "correr en casa". Por eso, -y por el dinero, lógicamente acabó disputándose la carrera. Y sobre la entidad del tinglado, pese a mostrarse satisfecho, fue muy elocuente. Reconoció que su victoria no era comparable, en absoluto, al oro de Atlanta.

El raro resto

En el resto de las pruebas, Uno contra Uno, la soledad y lo insólito del escenario se dejó sentir igualmente. Tampoco hubo marcas medianamente buenas, salvo en la pértiga, donde el surafricano Okker Brits subió hasta 5,90 y mostró por qué es un hombre de seis metros y puede hacer olvidar algo a uno de los ausentes de ayer, el ucranio Sergei Bubka. Su sustituto, el norteamericano Lawrence Johnson, se quedó en 5,75, pero acabó de confirmar -ya empezó la temporada pasada- que la raza negra puede brillar también en las pruebas técnicas del atletismo en cuanto se den las condiciones sociales y económicas adecuadas. Brits falló dos intentos sobre los 6,15 metros, para batir el récord del mundo de Bubka, que tiene en 6,14 al aire libre desde 1994 y 6,15 en pista cubierta desde 1993, tras su mítica progresión de centímetro en centímetro.

En la longitud femenina, ambas muy lejos de los mínimos 7 metros de entidad, la alemana Heike Drechsler ganó con 6,82, frente a los 6,79 de la norteamericana Jacky Joyner-Kersee, dedicada ahora al baloncesto siempre en su condición de mujer polifacética. El también estadounidense Charles Austin, campeón olímpico y mundial de salto de altura, ganó con unos discretos 2,30 metros, y el ya pasado sueco Patrick Sjoeberg, sustituto del plusmarquista mundial, el cubano Javier Sotomayor, se quedó en 2,20. Y en la otra carrera disputada, la de 100 metros vallas femeninos, la sueca, ex soviética, Ludmila Enqvist (ex Narozilenko) rebasó en la última valla la mejor salida de la jamaicana Michelle Freeman. Pero sus 12.82 y 12.96 se fueron muy lejos, en la rara sensación de dos calles, de los 12.21, récord mundial de la búlgara Yordanka Donkova, o de los mismos 12.26 de la nueva sueca, tercera mejor marca de todos los tiempos. Todo fue raro anoche.

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