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FÚTBOL: 40ª JORNADA DE LIGA

Fiesta en Chamartín.

El Madrid se apresta a conseguir el título tras su victoria frente al Extremadura.

Santiago Segurola

El madridismo, que había llegado a este punto del campeonato en medio de la aprensión, se liberó de tensiones y se dio a la fiesta. Ni fantasmas del pasado, ni nada: el Madrid tiene el título en la mano. Liquidó al Extremadura sin esfuerzo y esperó las noticias de Alicante, que fueron recibidas con estrépito en Chamartín. En cuestión de decibelios, se celebraron con más ruido los goles del Hércules frente al Barça que los del Madrid, cuya victoria se daba por segura. El Extremadura pasó sin incomodar, con el aire victimista de los equipos que se saben fuera de lugar en un escenario imponente y frente a un rival que está cien cuerpos por encima. Todo lo que hizo el Madrid fue acreditar su autoridad, sin grandes excesos, con la participación decisiva de Seedorf y Raúl, que fueron los mejores de la tarde.Las posibilidades del Extremadura quedaron descartadas de salida. Varios de sus jugadores se sintieron intimidados o manifestaron sus carencias de forma descarada. Otros decepcionaron, como Navarro Montoya, que fracasó en su presentación en Chamartín. Se comió el primer gol, midió mal varias veces, estuvo blando de manos en tres remates sencillos y nunca dio una impresión categórica. El partido restó crédito a un portero de prestigio. Suele suceder en Chamartín, un estadio que actúa como vara de medir de los jugadores.

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El Madrid ganó con el primer sopapo. Puso cara de velocidad y el Extremadura se descompuso. Especialmente por la banda derecha, donde Cortés naufragó sin remedio. Raúl y Mijatovic advirtieron muy pronto que el hombre estaba demudado. Y por allá entraron los cinco primeros ataques madridistas. Cualquier mano a mano con el lateral extremeño suponía una ocasión ante Navarro Montoya, que tampoco daba confianza. El primer gol retrató con precisión los problemas de unos y la vista de otros. Nació en un contragolpe y terminó con un remate de Raúl que entró junto al primer palo con el permiso del portero. En esa jugada, Cortés dio un curso de inoportunidad. Marcaba a Mijatovic, pero se desentendió del yugoslavo para ocuparse de Raúl. 0 sea se quedó a mitad de ninguna parte, porque Mijatovic recibió la pelota, se encontró libre de marcaje y pasó a Raúl, igual de libre. El resto fue un regalo de Navarro Montoya.

Contra todas las previsiones, el Madrid no aprovechó el tirón del gol. No hubo ninguna razón para el desplome que se produjo a continuación. El caso es que el partido se quedó en nada hasta el descanso: el Extremadura por su incapacidad y el Madrid por su reiteración en generar un juego pelma, de vuelo gallináceo. Sólo Raúl y Seedorf tenían impacto. Sobre Seedorf había interés por verle en la banda derecha, como interior o extremo largo, porque en estos días resulta difícil establecer la diferencia. La impresión es que Seedorf es precisamente eso, un jugador que se desenvuelve mejor en una posición que maneja por despliegue, por presencia y por llegada. Para un jugador que da síntomas de confusión como medio centro, la banda derecha es un terreno que le libera.

El otro protagonista fue Raúl, que superó con claridad las prestaciones de Mijatovic Y Suker. Por un momento, pareció que el partido haría justicia a los mejores. Seedorf` marcó el segundo en una jugada estupenda que encontró la colaboración de los defensores del Extremadura. Sólo así puede entenderse, pues Seedorf estaba aplastado contra la línea de banda, en el medio campo, apretado por dos rivales. Pues bien, salió de la encerrona con un golpe de energía, así sin más. Después tiró la diagonal y aprovechó el pase de Mijatovic para superar a Navarro Montoya. Fue la primera jugada del segundo tiempo, la jugada que cerró cualquier posibilidad de discusión. El Extremadura capituló y comenzó a recibir goles.

Entre Raúl y Seedorf fabricaron el tercer gol, justo premio a al notable partido que habían realizado. Para entonces comenzaba a sobresalir la figura de Hierro, que parecía un adulto entre los cadetes del Extremadura. Y también resultaba admirable la actuación de Chendo, firme y rápido en el lateral. Otros pasaron desapercibidos, como Redondo, que estuvo espeso y desubicado, sin participación para crear, ni para quitar. Pero la gente, que en algún momento de la primera parte silbó al Madrid, no estaba para disquisiciones. Estaba para festejar los goles del Hércules y cantar alirón. Qué más daba el fracaso de Suker, pesadote, sin velocidad para desequilibrar y sin dinamismo para participar en las obligaciones colectivas. Y como el fútbol es generoso, fue Suker el que cerró la fiesta madridista con dos nuevos goles. El brochecito para la goleada y para agrandar la fiesta que se vivió en Chamartín, donde la gente llegó aprensiva y salió feliz. Su equipo tiene la Liga en la mano.

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