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Tribuna:EL QUIRÓFANO
Tribuna
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Ocasión perdida

En el peor momento.

Las derrotas nunca son oportunas. Sin embargo la de ayer, ante Suecia, vino especialmente a desmano. Este Mundial se presentaba como la mejor ocasión para que el balonmano español diera un salto cualitativo, porque la coyuntura era la más propicia: buenos antecedentes deportivos tanto en el equipo nacional como en los clubes y el factor añadido de popularidad por el caso Urdangarín. España aspiraba a lo máximo con argumentos fuera de toda duda. Al final, con la derrota en la prórroga, dio la sensación de que se desaprovechaba una ocasión histórica.

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El instinto individual.

España se representó fielmente a si misma. Dentro de una notable mejoría del nivel general del balonmano, en los momentos de mayor compromiso competitivo volvieron a aflorar las reacciones profundas y viscerales que marcan la idiosincrasia del equipo: el recurso a las soluciones individuales y la inseguridad en las acciones decisivas -las soluciones en los últimos dos minutos, en superioridad numérica y con ventaja en el marcador, fueron un claro ejemplo- Es complicado prescribir el antídoto, pero la disciplina táctica y las experiencias en las grandes competiciones además de un poco de suerte deben ser las primeras medidas.

Las experiencias colectivas.

Suecia hizo del balonmano un juego sencillo, colectivo e inteligente. Su enorme experiencia -esta generación ha jugado seis finales en los últimos siete años, no se puede olvidar fácilmente- le dio la tranquilidad y el control del partido aun en los momentos más difíciles. Olsson, 37 años y seis mundiales a cuestas, representó lo que es ser competitivo.

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