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Los malos resultados electorales fuerzan a la dimisión de Juppé

El hundimiento de la derecha francesa en la primera vuelta de las elecciones legislativas tuvo ayer un epílogo esperado. Alain Juppé sumió la responsabilidad del fracaso y renunció al cargo de primer ministro para liberar a la Coalición Presidencial del lastre de su impopularidad personal. La despedida de Juppé culminó una jornada legra para una coalición conmocionada por los resultados del dongo y enfrentada a la posibilidad de una derrota que nadie preveía

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Juppé continuará hasta el próximo lunes al frente del Gobierno y de la coalición, pero el suyo será un liderazgo de papel. El futuro de la derecha queda en manos del presidente Jacques Chirac, quien esta noche lanzará un mensaje televisado desde el Elíseo.Nunca desde la Instauración de la V República, en 1958, la coalición de la Unión por la República (RPR, gaullistas) y la Unión para la Democracia Francesa (UDF, liberal-centristas) había obtenido un resultado tan malo en una primera vuelta electoral: 30% de los votos. La impopularidad de Juppé tampoco tenía precedentes, y la confianza depositada en él por Chirac hasta el último momento se plasmó en un desastre. El lunes amaneció sombrío en el cuartel general conservador. "Nuestra agenda de actos electorales está en suspenso. Todo está en suspenso ahora", declaró a media mañana una portavoz de la coalición.

La caída de Juppé empezó a concretarse a primera hora de la tarde, cuando éste celebró en secreto una reunión con Chirac en el Elíseo. Desde ahí, Juppé se dirigió a las oficinas centrales de la coalición, en los locales que ocupó el quebrado restaurante español La Dorada. Le esperaban todos los barones de la derecha menos uno, Philippe Séguin, el más firme candidato a sucederle si su coalición lograra conservar el poder. El primer ministro, tenso, abrió la reunión leyendo una declaración de renuncia.

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En el entorno de Chirac se pensaba, sin embargo, que el electrochoque de la renuncia de Juppé, unido a la perspectiva de cambio abierta por la certeza de que, en caso de victoria de la derecha, alguien nuevo dirigiría el Gobierno, y a la desconfianza que en grandes sectores del electorado despiertan aún socialistas y comunistas, hacían aún muy posible el triunfo. El presidente dedicó casi toda la mañana de ayer a estudiar minuciosamente los resultados electorales de la primera vuelta y concluyó, según fuentes del Elíseo citadas por la cadena de televisión LCI, que había espacio para la esperanza. Una veintena de diputados de las posesiones de ultramar (Polinesia, Martinica, Nueva Caledonia), tradicionalmente fieles al gaullismo, podría bastar para salvar a Chirac de una difícil cohabitación con la izquierda.

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