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El candidato del cambio democrático en México

El dirigente conservador Vicente Fox ofrece al PRI un pacto de 'punto final'

Javier Moreno

Tras estudiar con detalle casos similares en todo el mundo, el gobernador de Guanajuato, Vicente Fox, el candidato mejor situado para acabar con los 68 años en el poder del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en las próximas elecciones presidenciales en México, está convencido de que hay que ofrecer a la "dictadura en decadencia" mexicana un gran pacto de punto final para facilitar la transición a la democracia. "Como en toda transición", explica Fox en una conversación con EL PAÍS, "tiene que haber perdón, armisticio, amnistía para transitar pacíficamente" tras el cambio de régimen. Por primera vez, desde la oposición se ofrece claramente al PRI un pacto de este tipo.Fox, del conservador Partido de Acción Nacional (PAN), con una larga lucha contra el fraude electoral del partido oficial en su Estado natal hasta que logró ser gobernador en 1995, sabe que parte de la dificultad para establecer una democracia plena en México es el miedo del PRI a soltar las riendas tras casi setenta años salpicados de escándalos de corrupción y crímenes de Estado. "Se ven atados de manos para transitar a la democracia por el castigo que temen".

Por eso es fundamental, cree el gobernador, ofrecer un pacto de punto final, y hacerlo claramente. "Tiene que ser así, y hay que hacérselo sentir al dictador, en este caso el PRI; es muy importante; de lo contrario, no soltará la mazorca". Con toda probabilidad, su propuesta está destinada a levantar polémica en la oposición mexicana.

El vocabulario de este exitoso ex empresario de 55 años ("dictadura" para hablar del régimen mexicano; "mafia" para referirse al PRI; "caciques" y "dinosaurios" para los políticos oficialistas) contrasta de forma chirriante con el discurso del Gobierno del presidente Ernesto Zedillo, según el cual México es una democracia asimilable a cualquier otra en Occidente.

A pesar de su lenguaje franco, inusual bajo cualquier baremo en la política mexicana, Fox ha mantenido con Zedillo una relación estable e institucional. A guisa de explicación, el gobernador sugiere que el partido oficial también le contempla, de alguna forma, como el más probable sucesor de Zedillo en las trascendentales elecciones presidenciales del año 2000. "Sin ninguna presunción", explica Fox, que pasó por Madrid dentro de una gira por cinco países europeos para atraer inversión a Guanajuato, "me consideran un rival serio para tumbarles del poder".

En EE UU, diversos sectores empresariales y políticos han manifestado su aprecio por Fox, lo que lleva a los analistas políticos a concluir que la Casa Blanca no vería mal una transición en México pilotada por el actual gobernador de Guanajuato. Con todo, Fox no se confía. Y menos que nada en las repetidas proclamas democratizadoras del PRI o en las sucesivas reformas definitivas aplicadas por el Gobierno para asegurar, esta vez sí, elecciones limpias y equitativas en el país. "Es absolutamente falso que Zedillo sea un democratizador. Si llegó ahí [la presidencia de la República] es porque trae compromisos con la dinastía, con la mafía [el PRI]. Eso le obliga a entregar el poder a uno de su misma clase". De lo contrario, asegura el gobernador, "se destaparía la cloaca y Chapa [por Pablo Chapa Bezanilla, el ex fiscal de los casos Ruiz Massieu y Colosio detenido hace poco en Madrid] sería un chiste en comparación con lo que saldría en el Ejército y en las instituciones".

La alusión al Ejército, envuelto en México en un halo de honorabilidad que recientes escándalos no logran disminuir, ilustra con claridad que Fox no se autoimpone cortapisa alguna a la hora de arremeter contra lo que cree oportuno.

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