Un siglo
No sólo Jovellanos. Es un siglo entero el que ha desaparecido de la conciencia española. Al XVIII le ha, ocurrido como a la Edad Media: "Tiempos oscuros", dicen la ignorancia o la reacción, uno y lo mismo. No sólo la actitud política o el regeneracionismo moral. También el estilo: el XVIII es un intento, a medias completado, de voluntad antirretórica y antibarroca. Sea como fuere, establece una tradición. Una buenísima tradición. Lo diré con un triple salto mortal: ahí aprende Larra, se nutre Baroja y, atravesando todos los puentes desde ese lugar, llega Juan Benet (la portentosa ingeniería de los artículos de Juan Benet). No sólo Jovellanos: también Feíjoo, Moratín, Cadalso y Blanco White -hombre que del XVIII recogió, por lo menos, todos sus padecimientos- Una gente pasada por Francia o por Inglaterra, por exilios diversos -los exilios, combinados con la inteligencia, son estupendos para el estilo-, para los que el casticismo literario no podía ser más que infección. Trabajaron -el mal de España les impidió culminar su objetivo- por hacerse con una lengua silenciosa. Es decir, con una lengua que no hiciera más ruido que las ideas. Que no amagara, con su vocerío de cláusulas y de imágenes, la inexistencia de las ideas. Con una lengua que, al contrario de un espadón cualquiera, no pretendiera salvar a la patria. Fue un siglo sin ficción: de ahí que el imperio de la ficción, desde donde se escribe la historia literaria en las culturas subalternas, lo haya desestimado. No escribieron una sola novelita, ni tuvieron así necesidad alguna de que la marquesa saliera de su casa a eso de las cinco.Falta un siglo en la historia española. Con ese siglo en la cabeza habría sido más difícil asentir al fascismo. O convocar en lugar del pensamiento tanta metáfora matona y patizamba.
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