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El beso de la muerte

Comunistas y socialistas franceses mantienen sus relaciones de amor-odio

Argenteuil y Bezons, dos ciudades vecinas a París que suman unos 120.000 habitantes y que forman hoy una única circunscripción electoral, sirven de escenario para un nuevo episodio del largo combate -se inició en 1920, durante el Congreso de Tours, cuando el ala izquierda sovietizada y mayoritaria, creó el PCF- entre comunistas y socialistas. Esta vez quiénes luchan son Robert Hue, secretario nacional del Partido Comunista Francés (PCF), y Manuel Valls, responsable de imagen del Partido Socialista (PS)."Necesitarnos que abra de nuevo la carnicería del barrio. No todos tenemos coche para ir a comprar al centro comercial", le pide a Valls una mujer mayor. Su marido está enfermo y el gran bloque en el que ha ido quedándose sin tiendas a causa de los precios más bajos de las grandes superficies y de la inseguridad.

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"Incluso con la puerta cerrada me llega por las rendijas el humo de los porros que se fuman en el rellano", le dice a Hue otra anciana. "Siempre he votado a la izquierda pero esta vez voy a cambiar radicalmente. Esto no puede seguir así". El líder comunista promete más policía para frenar la tentación ultraderechista que se ha ido apoderando de su electorado.La circunscripción es un feudo tradicional de los comunistas, que sólo en 1993, cuando la derecha arrasó, perdieron el acta de diputado. Ahora Valls, hijo del pintor catalán Xavier Valls, intenta sacar fruto para el PS de sus años de residente allí y arremete contra Hue a quien estima que "no puede confiarse porque, siendo alcalde de' Montigny, ha preferido presentarse por esta circunscripción ya que le parecía más fácil que afrontar el voto de sus administrados".

La relación entre los dos grandes partidos de la izquierda siempre ha sido de amor y odio. En 1936 los hermanos enfrentados se reconciliaron bajo la bandera del Frente Popular, pero pronto papá Stalin desempolvó el insulto "socialtraidor". En 1972, Mitterrand tendió la mano a través de un famoso programa común, que cortaba los puentes entre socialistas y socialdemócratas. Los expertos vieron en esta iniciativa el suicidio del PS, que aceptaba el beso mortal del PCF. Los expertos como los kremlinólogos, se equivocaron una vez más.

"Jospin es un especialista en relaciones con los comunistas. Fue él quien diseñó para Mitterrand la estrategia al respecto", confiesa Valls. Mientras, Hue denuncia "la tentación hegemónica que atraviesa la acción del PS" y se lanza a la que él considera adecuada sobrepuja izquierdista: "Hacen falta ministros comunistas para garantizar una izquierda fuerte. Y queremos un aumento lineal de 1.000 francos (25.000 pesetas) del salario mínimo, la marcha atrás de las privatizaciones de los teléfonos, Air France y Thomson, así como un decreto ley que establezca las 35 horas semanales sin recorte salarial".

En 1978 la izquierda podía ganar las legislativas. Todos los sondeos lo indicaban. De pronto el PCF se lanzó a la misma sobrepuja que hoy practica Robert Hue. La izquierda perdió, pero los socialistas progresaron mientras los comunistas retrocedían. Moscú prefería Giscard a Mitterrand. El presidente de derechas y los gaullistas eran, sobre todo, anti-americanos y proárabes mientras que el candidato socialista era projudío, favorable a la OTAN y proamericano. Los intereses políticos de la Unión Soviética pesaron más que los intereses electorales del PCF. Este, que dependía de los cheques que llegaban de Moscú a través de la Banque Commercial pour l'Europe du Nord, se plegó a los deseos del partido hermano de la URSS.

"Hoy el PCF es un partido independiente, que no da miedo a nadie y ya no tiene un 21% de los votos, sino menos de un 10%", señala Valls para quien la cuestión estriba "en saber si el PCF quiere gobernar, si acepta dejar de ser un partido de protesta para convertirse en un partido de gobierno" ¿Por qué Robert Hue desentierra los argumentos que les han hecho perder elecciones y escaños en 1973, 1978 y 1981?. "Porque estamos en contra de la Europa ultraliberal, la Europa de Maastricht, que tiene al dinero por único amo y señor".

Malas lenguas dan otra explicación: por cada voto un partido recibe 11,5 francos del Estado. El PCF cree que radicalizándose, podrá detener el trasvase de votos favorable a los socialistas. De lo contrario pronto tendrá que vender su sede central y cerrar su mítico pero ruinoso diario, L'Humanité.

Hue se pasea por Bezons y Argenteuil con su famoso "cuaderno ciudadano" en el que anota todas las demandas de los franceses. "Cuando ves que anotan lo que has dicho siempre tienes la sensación de ser mejor escuchado" . A Valls, que va de piso en piso presentándose como candidato, le piden plazas de parking o que arregle los ascensores. "Después de quince años de gobiernos de derechas e izquierdas prometiendo resolver el aumento del paro la gente está convencida de que no tenemos soluciones para lo que es importante. Por eso nos piden lo que piden".

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