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Entrevista:

"La Universidad envejece en bloque"

Carles Solà Ferrando, de 51 años, rector de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), ha tenido que lidiar con el primer choque serio entre la Universidad y el Ejecutivo sobre la autonomía universitaria: la decisión del Gobierno valenciano de segregar Medicina y Estadística de la Universidad de Alicante para crear una nueva en Elche, "sin justificación y sin dar razones". Pero lo que más le preocupa es el problema del profesorado. "Tenemos una Universidad que envejece en bloque", asegura.Pregunta. ¿Qué sucedió en Alicante?Respuesta. En el caso de Alicante, la opinión de los rectores no ha sido tenida en cuenta por la parte política [consejeros autonómicos y elegidos por el Parlamento], que es la que está representada mayoritariamente en la Comisión de Coordinación del Consejo de Universidades. Esa comisión tomó una decisión contraria a la de la Comisión Académica, a nuestro entender sin justificación y sin dar razones. La CRUE considera que se ha violado la autonomía universitaria, ya que segregar centros de una universidad para llevárselos a otra sin que haya razones geográficas ni académicas lo consideramos inadecuado. Esto demuestra que la manera en que está definido el trabajo del Consejo de Universidades no permite un criterio conjunto, puesto que hay competencias atribuidas a comisiones sin que pasen por el pleno. Los rectores nos hemos mantenido siempre en un análisis académico de la situación, no hemos entrado en hacer ningún análisis de las posibles -Incluso probables- intenciones políticas que pueda haber en esta cuestión o en otras. Nos hemos circunscrito al contexto de lo que quiere decir la autonomía universitaria, que no es un concepto que nos inventemos nosotros, sino que, aparte de estar reconocido en la Constitución española, es uno de los caracteres que definen la institución europea más antigua, que es la Universidad.

P. ¿Es la crisis del modelo?R. Sí. De hecho, en el seno del Consejo se trabaja ahora en una propuesta de reforma del reglamento que lo adecue a la situación actual.

P. ¿Para defenderse de agresiones?R. En el sentido de clarificar las competencias. Si la comisión es académica, su opinión en los aspectos académicos debe ser la opinión del Consejo o la que se debata en el pleno. Y si otra comisión es de tipo económico, de planificación, que trabaje en esos aspectos, pero que no pueda alterar los aspectos académicos, que serían analizados en su ámbito de competencias.

P.¿ Se puede arreglar con un reglamento?

R. Un grupo de juristas opina que una reforma reglamentaria es suficiente, mientras que hay quien dice que habría que cambiar la Ley de Reforma Universitaria (LRU).

P. La LRU parece la caja de Pandora.

R. La LRU se ve necesitada de retoques en este punto, y también en el campo del profesorado. Ha envejecido a causa de sí misma, porque es una ley transformadora, que promueve un cambio extraordinario en la Universidad, que, afortunadamente, se parece muy poco a la que había en el momento de su promulgación, en 1983. Por eso,ahora hay necesidad de hacer retoques.

P. En el problema del profesorado, sorprende que aún siga rechazándose otra opción que no sea la del funcionario.R. En su momento, cuando se hizo la LRU, el Gobierno decidió que no había posibilidades de entrar por la vía de la contratación, sino que había que seguir por la vía del funcionariado. Ahora, desmontar todo el sistema es díficil. La propuesta que tenemos abre una brecha. Contiene una figura que se llama de "colaborador docente" y en la redacción se dice que será regulada por las comunidades autónomas, lo cual le da unas posibilidades tan grandes como quiera cada comunidad. Eso, sí no se limita en el tratamiento posterior.

P. Se crea un modelo dual.

R. Sí, uno funcionarial y otro que no lo sería. Abre unas perspectivas muy importantes. Pero quisiera añadir que en todas las universidades del mundo al que nos queremos parecer, a partir de un determinado momento, que seguramente aquí es demasiado pronto, los profesores gozan de estabilidad indefinida en su puesto. No es una medida generalizada a la que se llega muy pronto, sino que se llega más tarde y no todo el mundo. Pero esta estabilidad es una de las garantías de la libertad académica.

P. ¿Y cómo se mantiene el nivel de calidad?R. La Universidad funciona mucho por criterios de emulación y autoestimulación. El prestigio es una de las mejores medidas estimulantes. La universidad pública no está suficientemente valorada, en primer lugar por sus propios graduados o estudiantes. Quien ha estudiado en Harvard o en el Massachusetts Institute of Technology pertenece a la asociación de antiguos alumnos y ayuda a su universidad con donaciones o contratando a personas que vienen de allí. En España, este prestigio de la universidad pública aún nos lo tenemos que ganar. Creo que, en general, es superior al de las privadas. Nosotros ponemos el énfasis en una cuestión: no se puede entender una universidad de calidad sin que haya investigación de calidad. Esto, hoy por hoy, sólo puede hacerlo la universidad pública. La privada, seguramente por una cuestión de recursos, no puede competir.

P. ¿Cómo afectará el parón presupuestario?R. Este asunto nos preocupa extraordinariamente. La financiación de la Universidad debe abordarse con la máxima seriedad. Es una cuestión muy complicada, porque intervienen los aspectos de subvención pública, la contribución de los estudiantes, a través de las tasas, y los recursos que puede captar directamente la Universidad. Todo esto debe vincularse muy bien, ya que podemos caer en errores graves. Es una responsabilidad global, de gobiernos y administraciones, y de la sociedad en general plantear correctamente cómo se va a financiar la Universidad. La Universidad no es una carretera que se hace y se mantiene con los presupuestos, sino que cada día exige más recursos. El nivel de financiación de la Universidad española está muy lejos todavía de la media de la UE o de la OCIJE. Hay que plantear esto en términos de competitividad, teniendo en cuenta que, en una sociedad del conocimiento, la Universidad es una pieza clave de la competitividad, de la generación de saber y de su aplicación. No ver que la Universidad debe contar con los recursos necesarios para esa tarea es un asunto de extrema gravedad. Y no se está abordando. A finales de 1994 se planteó por el Gobierno anterior un documento sobre financiación de la Universidad, que murió a los pocos meses por inanición. Se planteaba un plan de 10 años para salvar la distancia entre lo que se dedica ahora, que es el 1% del PIB, hasta llegar al 1,5% del PIB, que todavía no es lo que, según los expertos, nos tocaría. Ahora, en pleno estancamiento de la subvención pública, cuando no de retroceso, es aún más complicado.

P. ¿Cuál es el problema más acuciante en estos momentos?

R. Tenemos una Universidad que envejece en bloque. Para sustituir a los que se van a jubilar de aquí a 10 años debería haber ya en términos futbolísticos una persona corriendo por la banda. Formar un profesor universitario, alguien que no sólo sabe impartir una materia, sino que es capaz de dirigir una investigación, de coger continuamente un avión e irse a conveniar con colegas alemanes o ingleses, no se hace de un día para otro. Yo tengo un gran temor, los datos estan ahí, y es una situación muy parecida en casi todas las universidades españolas. No estamos haciendo un plan Renove.

P. ¿Qué papel desempeñan los alumnos?

R. Los intereses de los alumnos son los mismos que los míos. Quieren buenos estudios, buenos profesores y buenas condiciones. Los alumnos son posiblemente lo mejor que hay en la Universidad, lo que da el impulso de cambio y mejora. Si de algo me quejo es de que hacemos una Universidad con unos planes de estudios agobiantes que no dejan tiempo para que la gente vaya al teatro, a una conferencia o a subvertir el orden.

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