El sargento de hierro
Reconstrucción de la muerte del cabo Samuel Ferrer según las declaraciones ante el juez de los soldados presentes en el destacamento militar de Candanchú en la noche del 18 de abril
"Que el declarante está haciendo el servicio militar desde hace dos meses, que conoce bien al sargento [Juan Carlos] Miravete, que no es violento en el trato, que no lo ha visto beber hasta este día y no le parecía depresivo, antes al contrario, solía ser alegre con la tropa, era el preferido de casi todos"."Cuando sucedieron los hechos había unas 20 o 25 personas [en el Hogar del Soldado de la Compañía de Esquiadores y Escaladores de Candanchú (Huesca)]. Primero, el sargento puso un vídeo de un curso de montaña. Durante la proyección bebía pacharán, aunque el declarante no sabe cuántas copas. En ese momento ya se puso a hacer alguna tontería y comentarios sin sentido. En concreto, habló de un teniente fallecido, se puso melancólico y les hizo hacer un brindis por él. Como era el único que llevaba una copa, cuando brindaron, los demás levantaron sólo la mano".
"Empezó a preguntarles: 'Vosotros, ¿qué sóis? Y, como nadie decía nada, Miravete dijo: 'Sóis esquiadores', a lo que todos a la vez gritaron eso. Nadie se resistía porque no lo veían como una orden, era una cosa divertida. Entonces, Miravete les empezó a mandar hacer flexiones y todos las hacían, pero como de risa, se miraban unos a otros y se reían, no es que les estuviera obligando, todo era de cachondeo. También les enseñó unas cicatrices de guerra, les dijo que había estado de mercenario en Suráfrica y se quitó la camisa. Les dijo que él había matado muchos hombres y empezó a hacer demostraciones sobre cómo romper cuellos". -
"Luego, les volvió a mandar hacer flexiones. Les dijo que a ver quién era capaz de hacerlas con una mano y fue Ferrer el único que salió voluntario. Aunque todos lo intentaron, sólo a Ferrer le salió bien. Debió [de] ser entonces cuando estaba puesta la película La jungla de cristal, a la que no le prestaron ninguna atención. Miravete dijo- 'Vamos a: ver una película de verdad', y quedaros todos formados de a tres, a discreción. Quedaron así y salieron a poner El sargento de hierro. Empezó a decirles que él representaba al sargento de la película: 'Yo soy ése-.
"En ese momento cree recordar que fue cuando sacó la pistola. La sacó sin cargador y le hacía a Ferrer apuntar a otros y les preguntaba: '¿Tú quién eres?', y respondían: 'Esquiadores'. A continuación, preguntaba- '¿Tenéis miedo a la muerte?', y respondían que sí. Todo el mundo lo veía como una broma, pero el declarante empezó a sentir algo de miedo. El sargento quiso poner el cargador y todos le decían 'al revés', para que lo pusiera bien. Le dijo a Ferrer que montara el arma y obedeció. El declarante se puso tenso porque ya sólo hacía falta apretar el gatillo para dispararse".
"Después, el sargento le dijo [a Ferrer]: 'Apúntame a la cabeza y dispara'. Y el cabo le dijo: 'No', y bajó el arma. Volvió a pedirle: 'Apúntame a la barriga y abre fuego', a lo que volvió a negarse. Entonces le dijo que apuntase a otro soldado y le hizo apuntarle a la cabeza y [le ordenó] que disparase, a lo que volvió a negarse. En ese momento el sargento le preguntó: '¿Tu crees que yo te mataría?', a lo que Ferrer contestó: 'No'. Y le volvió a preguntar: '¿Y tú me matarías a mí?'. Y el cabo volvió a negar. '¿Y matarías a tu compañero?'. Y el cabo repitió su respuesta, y así siguieron". (Declaración de S. T. G., soldado de 28 años).
"Miravete sacó la pistola y empezó a apuntar a la gente. Al declarante le apuntó con la pistola con cargador y montada, le apuntó en la cabeza y el declarante estaba acojonado. Previamente había apuntado a otro chico y después apuntó a otro. Se encontraban frente a frente el sargento y el cabo. El sargento desenfunda la pistola y hace ademán de entregársela mientras le extiende el brazo. Ferrer va a coger la pistola y en ese momento se oye un disparo. El sargento empuñaba el arma y el cañón apuntaba hacia el cabo. Pero el declarante considera que desde su punto de vista fue un accidente, aunque ese juego podía acabar como acabó". (Declaración de J. E. M., soldado de 22 años).
"En ese momento el cabo se cae al suelo intentando incorporarse y santiguándose, acudiendo todos en su ayuda, y al abrir la camisola del uniforme ven una mancha de sangre. Se pide una ambulancia entre varias personas presentes, intentando Miravete la respiración boca a boca y masajes cardiacos. Viendo el manifestante que el sargento estaba haciendo mal el masaje, se puso a hacerlo él, mientras Miravete gritaba: '¡El casquillo! ¡El casquillo! ¿Dónde está el casquillo?' Viendo que estaba entre sus rodillas, una vez trasladado el herido, el sargento recogió el casquillo y lo tiró en el retrete de oficiales de la cafetería". (Declaración del cabo J. A. S.- P., de 26 años).
"Entonces el declarante pensó en cómo retirarle el arma a Miravete, pues estaba muy alterado, bebido y por los nervios de lo que había pasado. Incluso se le pasó por la cabeza quitársela a punta de pistola, pero al final pensó que era mejor pedírsela directamente. El arma desde luego llevaba el cargador puesto. Le insistió tres o cuatro veces y al final Miravete la entregó sin más". (Declaración del sargento L. A. R. G., de 36 años).
"Más tarde se encontró con Miravete y éste le dijo: 'Vais a contar lo que yo os diga, ¿verdad?'. Y el declarante dijo que según lo que le dijera lo contaría o no. Entonces Miravete lo cogió por el pecho y en el momento en que lo soltó echó mano a la cartuchera para ver si la tenía [la pistola] y no la llevaba". (Declaración del soldado L. R. L., de 20 años).
"Que el declarante tenía miedo porque era un borracho con una pistola y además era un mando al que no se le podía discutir. Cuando Miravete les mandaba hacer flexiones no hacía valer su condición de sargento para que le obedecieran, pero nadie te dice: 'Yo soy tu sargento'. Eso es algo que se sabe. El declarante ya lo vio bebido otra noche que fue igual que la de los hechos, para el día de su cumpleaños. Y aunque fue una noche más calmada, pues no les hizo hacer flexiones ni gritar, sí sacó la pistola y apuntó a la gente". (Declaración del soldado D. M. C., de 21 años).
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