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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Demasiado jóvenes

El País

LA SUPUESTA violación de una niña británica de nueve años por cinco compañeros de colegio, de nueve y diez años de edad, vuelve a plantear el problema de la responsabilidad penal del menor y, en último término, de la educación infantil. El caso debe aclararse en profundidad, y la justicia británica trabaja en ello. Pero más allá de la alarma social que ha disparado, la legislación británica al respecto parece más fruto de la aberración y de la cultura del castigo que de la prevención y tratamiento. No es un modelo a copiar. Todo lo contrario.En efecto, la Ley británica de Ofensas Sexuales de 1993 redujo la edad para la responsabilidad criminal en este terreno de los 14 a los 10 años. Con lo que en teoría, cuatro de los niños implicados podrían ser juzgados y condenados. Tal situación no podría darse en España, donde la ley sitúa en 12 años la edad del menor infractor. E incluso hay un consenso bastante amplio entre las fuerzas políticas para subir este límite hasta los 14 en la nueva Ley del Menor, al considerarse más acorde con el desarrollo mental de los jóvenes. Los que no lleguen a esa edad pueden ser objeto de respuesta criminal, pero no se aplicarian penas como a los adultos, sino tratamientos específicos tanto para el supuesto infractor como para la víctima. Se trata, en todo caso, de auténticas excepciones. El número de delitos graves de menores es insignificante: en los últimos seis años, en la Comunidad de Madrid, por ejemplo, sólo se ha dado un caso de un niño que haya provocado una muerte de este género.

El Reino Unido viene, sin embargo, de otra tradición de castigo penal e incluso corporal en los colegios británicos, un uso cuya recuperación han fomentado los conservadores en su última trayectoria. El aberrante asesinato, en 1993, de un niño de dos años por otros de 11 en el Reino Unido y lo ocurrido, o supuestamente ocurrido, el pasado martes en el colegio londinense no deben llevar a reforzar la represión sobre los menores, sino a mejorar su formación. Desde luego, la solución no es, como se ha hecho en el Reino Unido, rebajar la edad penal, sino, en todo caso, elevarla. Eso sí, acompañando tal decisión con un reforzamiento de las medidas de prevención y tratamiento.

Bien es verdad que el Reino Unido tiene, además, un problema especialmente grave de disciplina en los colegios. ¿Es la manera de resolverlo el castigo o la simple expulsión de los alumnos indisciplinados? Una encuesta de The Times refleja que, desde principios de la década, el número de menores de 12 años expulsados de colegios se ha multiplicado por cuatro. Pero el gamberrismo -que luego pasa a los adolescentes y a sus mayores- no parece haber remitido. Todo lo contrario.

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En último término, de la educación y formación de sus jóvenes es responsable, de un modo general, toda la sociedad. Pero en particular lo son, en primer lugar, los padres -que demasiado a menudo hacen dejación de su función educativa-, los profesores y también los medios de comunicación. Pues, en parte, estos comportamientos aberrantes echan también raíces en la violencia que llega a los menores a través de la ficción televisiva o cinematográfica, ficción que -también hay que decirlo- a menudo se ve superada por la realidad.

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