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Entrevista:

"No hay pesadumbre que no pueda ser vencida en El Escorial"

Octavio Uña Juárez tiene un perfil enérgico, parecido al que muestran los bustos de Beethoven. Nacido en el pueblecito zamorano de Brime de Sog el año del hambre de 1945, tiene mandíbulas fuertes, mirada jovial y voz nítida. Pareciera pertenecer, según su biografía, a esa tropa de poetas, músicos, enamorados y valientes de la que hablara don Francisco de Quevedo en sus Sueños. Uña Juárez expresa en su rostro la tensión del cuerpo a cuerpo librado durante décadas con el saber. Ingresó con once años al monasterio de El Escorial, donde vivió casi tres décadas. Fue fraile agustino. No ha dejado nunca de involucrarse en su honda pasión por el conocimiento: está en posesión de cinco licenciaturas universitarias: Filosofía, Teología, Sociología, Ciencias Políticas y Periodismo; sus conocimientos musicales son amplios; es un apasionado del teatro; venera a sus maestros Herrero, De Andrés, Navarro, Flórez, Folgado. Se casó con una profesora universitaria a la que adora. Es catedrático de Sociología en la Universidad de Castilla-La Mancha y también de Teoría de la Comunicación en la de Comillas, en su campus madrileño, además de catedrático de instituto. Preside la Asociación Castellano-manchega de Sociología, una de las de mayor solera de España. Dirige a centenares de alumnos, da conferencias, escribe tratados de Teoría Sociológica, amén de libros de poemas en los que Castilla duele y vive. Protagoniza, además, el resurgir poético de Madrid.Pregunta. ¿Qué significa para usted El Escorial?

Respuesta. Lo inolvidable. Conozco el monasterio como la palma de mi mano. Durante años residí en la torre de la Botica, desde donde dominaba todo el Guadarrama, eso sí, sin calefacción. Alguna vez subí conmigo al profesor Aranguren. Sigo hechizado de la música de su basílica, de su biblioteca y de sus muros. Es un paraje excelso.

P. ¿Tánto?

R. Entre tallas de Leoni, a la sombra Arias Montano y del gran Herrera, no hay pesadumbre que no pueda ser allí vencida.

P. ¿Qué le sugiere el monasterio?

R. Es la concrección suprema e u razón de Estado concebida para dar contenido a ese océano histórico que fue Castilla. Más recientemente, durante la transición, El Escorial fue la capital cultural castellana. Dinamizamos su vida uniendo el teatro, la música y las artes plásticas. Luchamos, sin éxito, por que los dos municipios, San Lorenzo y El Escorial, no quedaran separados.

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P. Tras Brime de Sog y El Escorial, Madrid parece ser su tercera patria.

R. Claro que sí. Nunca viví en ciudad alguna hasta bien entrado en años. Ahora, sin Madrid, ya no puedo vivir.

P. ¿Qué evoca en Madrid?

R. Su identidad suave. Es ciudad de diferencias, rota, variada, lugar ideal para la creación y las libertades. Aquí se respira el vaivén de la historia de España. Carece de la presencia plúmbea de las megalópolis. Es hogar de tolerancia estancado en el campo. El campo se le adentra. Madrid es también campiña. Y es todo eso con un casticismo mínimo, compatible con la universalidad.

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