Televisión y propaganda
El CONTENIDO de los programas informativos de la televisión pública ha sido tradicionalmente una fuente inagotable de polémica. Pero lo cierto es que la manipulación que ha alcanzado TVE con este Gobierno roza el esperpento. El PP ha olvidado con todo desparpajo las indignadas críticas de sectarismo que lanzó contra los gestores socialistas y ha invadido sin complejos -como gustan de explicar- la información de TVE con ánimo de propaganda pura y dura. La objetividad de la información y la neutralidad de los contenidos son recuerdos molestos en unos telediarios puestos con arrobo al servicio de la personalidad del jefe del Gobierno y sus ministros, de las políticas (o ausencia de ellas) que tienen a bien ejecutar, y en, el mismo grado, contra la oposición y quienes discuten precisamente tanta bondad y acierto.Podría indicarse, y no sin lógica, que la derecha ha hecho lo que Administraciones anteriores -socialistas y centristas- le enseñaron: utilizar la poderosa máquina televisiva en su único beneficio. Ejemplos célebres de abuso informativo de sus antecesores fueron expuestos y criticados en su día, y furibundamente, por el propio PP. Pero en el caso de la televisión que dirige López-Amor (ex diputado del PP) se multiplican los excesos, se quiebran todas las cautelas y todas las mediaciones profesionales que imponían un cierto respeto formal por la información. En estos meses se ha perdido, y era difícil lograrlo, hasta el más mínimo rigor o coartada. No les hace falta. La TVE actual no conoce controles políticos ni atiende a reglas profesionales.
La propaganda ha adquirido visos cómicos con motivo del primer aniversario de Aznar en el Gobierno. El programa conmemorativo fue un sonrojante florilegio del presidente del Gobierno, reforzado por las estampas de la vida hogareña en Moncloa como apelación sentimental al telespectador, muy propio de las vidas de santos de la hagiografía cristiana. La efeméride ha sido glosada reiteradamente en todos los telediarios, en los que, por cierto, es posible encontrar al mismo tiempo los ya conocidos cinco minutos de corrupción, en los que se hacen eco -sin distinciones ni matices- de todos los casos que acontecen en la vida judicial, excepto -ioh casualidad!- los que atañen a los líderes nacionales o regionales del partido que gobierna, incluidos los del propio director general de RTVE, condenado por abuso de poder en su anterior vida política. El político López-Amor -es su forma tradicional de trabajar- no pretende sutilezas ni mensajes complejos, sino pura propaganda. Y lo hace desde una plataforma mediática que es de todos los ciudadanos, a los que además se les exige pagar más impuestos para mantener el chorro de dinero que pierde RTVE y seguir haciendo propaganda. La información televisiva ha rebasado ampliamente los límites del partidismo para devenir en sectarismo, en arma para atacar a quienes no están en sintonía con las exigencias gubernamentales o con los amiguetes periodísticos del Gobierno.
Sectarismo y propaganda no son fenómenos que surjan de la nada; por el contrario, son coherentes con la práctica de considerar a las instituciones del Estado como instrumentos al servicio del Gobierno. Son el ejemplo más vivo de la patrimonialización del Estado que caracteriza el primer año de gobierno de Aznar. El talante autoritario de estos gobernantes no distingue matices tales como servicio público, neutralidad u objetividad; la confusión de sus propios intereses con los del Estado, transmitiendo un mensaje de buenos y malos, puede producir efectos irreparables en la cohesión democrática española, que está sostenida, entre otros aspectos, por una información rigurosa y transparente.
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