Lágrimas, recelo y tensión en el macrojuicio
El tribunal que ha juzgado durante once días el crimen de Costa Polvoranca se ha afanado por evitar -declarando impertinentes muchas preguntas de tinte ideológico- que la vista oral se convirtiese en un juicio de supuestos punkis (los agredidos) contra supuestos neonazis (los agresores).En parte lo ha logrado, pero no ha podido evitar, en cambio, las miradas de recelo e incluso insultos que se han cruzado testigos o amigos de una y otra parte. En una de las sesiones el tribunal ordenó desalojar la sala para frenar los recíprocos improperios que se lanzaron en voz alta la novia de El Mallorquín -principal acusado de la muerte de Ricardo Rodríguez- y amigos de la víctima. "¡Fachas, fachas ... !", se oía a unos; "¡Guarros! [en alusión a los punkis]", espetaba ella.
El momento más tenso del juicio, que se inició con un fuerte despliegue policial, se vivió el primer día, cuando un grupo de veinteañeros extendió una pancarta frente al edificio judicial. Reivindicaban condenas ejemplares "para los neonazis" que habían matado a Ricardo. Javier Saavedra, abogado de El Mallorquín y otros dos acusados, fue agredido por algunos jóvenes descontrolados que ocultaban sus rostros con pasamontañas. Esteban Ibarra, portavoz de la Asociación Jóvenes contra la Intolerancia, presente en el juicio a lo largo de todas sus sesiones, condenó la agresión y se desmarcó inmediatamente de los alborotadores. Sólo las calladas lágrimas de una mujer han enternecido a todos. Maribel García, madre de la víctima, sentada en un discreto lugar de la sala, ha tenido que coger en más de una ocasión el pañuelo para enjugarse las lágrimas, estremecida por los terroríficos relatos sobre la muerte que le tocó vivir a su hijo: una cuchillada en el corazón seguida de una lluvia de patadas y golpes. Maribel interrumpió ayer, último día del juicio, su silencio: "Ahora me queda lo más duro: esperar la sentencia, que espero sea justa y ejemplar", dijo.
Al término de una de las once sesiones del juicio de Costa Polvoranca, el padre de El Mallorquín, presunto autor de la cuchillada en el corazón de Ricardo Rodríguez, se acercó a Raúl Tomillo (otro de los heridos en la agresión; El Mallorquín le asestó un navajazo en la nalga). El hombre, de aspecto rústico, le comentó en voz baja: "Soy el padre de Cristóbal y te quería pedir perdón por lo de mi hijo Simultáneamente, extendió su mano buscando la de Raúl. Éste, con gesto de desaprobación, le miró de reojo,apartó la mano y le dio la espaldada. "Es muy difícil perdonar", confesó después el muchacho. Su retina conserva aún la inde leble imagen de su amigo Ricardo, tendido en el suelo, moribundo, mientras El Mallorquín -líder de un grupúsculo neonazi, según la policía- y sus amigos pateaban en el suelo su cuerpo inerte, atravesado por el navajazo.
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