El abismo entre escuela privada y estatal deja maltrecho el sistema educativo británico
La crisis de la enseñanza, entre los principales temas electorales del Reino Unido
"Cuando me preguntan cuáles son las prioridades de nuestro programa electoral, siempre contesto que tres: educación, educación, educación". Tony Blair, el líder laborista británico, lo repite siempre que tiene oportunidad. Su principal rival en las elecciones de pasado mañana, el primer ministro, John Major, no se cansa de hablar de nuevas escuelas selectivas allá donde va. Y el tercer partido en la lista de los principales, el liberal demócrata, ha prometido invertir miles de millones de libras en reclutar más profesores y dotar de mejor equipamiento a las escuelas. Los ciudadanos se preguntan si este interés es pura palabrería electoralista o una sincera preocupación por el futuro del país, en manos de generaciones cada vez más pobremente educadas e incapaces de afrontar un mercado que no respeta fronteras.La cruda realidad es que los políticos se limitan a reflejar en su formulario de intenciones una honda preocupación nacional. Un día sí y otro también, los diarios británicos publican estadísticas que reflejan el progresivo deterioro de los niveles educativos. Tan pronto son los estudiantes universitarios, incapaces de deletrear vocablos de su propio idioma, como los alumnos de secundaria, que no saben completar la más humilde suma. No hace mucho, los periódicos recogían las listas internacionales de habilidad matemática entre alumnos de 13 años. El Reino Unido estaba en el puesto 25, por debajo de Irlanda, Tailandia o Nueva Zelanda. Una nación orgullosa de haber dominado el mundo se enfrenta ahora a un fracaso que puede saldarse en una pérdida de liderazgo.
Razones del declive
¿Cuáles son las razones de este declive en un país que ha sido durante decenas de años el destino escolar obligado para los hijos de líderes políticos, magnates y financieros del mundo? Martin Jacques, periodista e intelectual de izquierdas, ha puesto el dedo en la llaga de lo que muchos consideran la gran lacra del sistema educativo británico: su búsqueda de la excelencia a costa de dejar a miles de alumnos en la cuneta, su espíritu elitista, que convierte a la mayoría de las escuelas estatales en un lugar indeseable para los hijos de las clases medias.
"El panorama es el siguiente: primero, una pequeña minoría se beneficia de una educación excelente. Segundo, una minoría más amplia recibe una educación aceptable, aunque mediocre. Y tercero, una gran parte del alumnado termina sus estudios sin un triste título o, como máximo, con el grado elemental. Este último grupo se ha convertido en el talón de Aquiles de nuestro sistema educativo", escribe Jacques en el dominical The Observer.
La enfermedad británica del elitismo ha contagiado profundamente a toda la enseñanza. El Reino Unido es el único país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en el que la élite envía a sus hijos exclusivamente a centros privados. No existe el menor roce, el menor contacto, entre alumnos de una comprehensive (escuela estatal no selectiva) de barrio, por lujoso que éste sea, y los hijos de las familias que lo habitan.
Sin embargo, las autoridades británicas niegan las acusaciones de elitismo. De las 33.540 escuelas que existen en el país, 31.000 son estatales. Las famosas public schools (centros privados) sólo acogen a 610.000 alumnos, un 7% de la población escolar, que asciende a casi nueve millones de alumnos. ¿Por qué esta influencia del sector privado sobre la enseñanza general del país?
La respuesta es sencilla, según Jacques: "Ese pequeño grupo de escuelas escogidas posee los mejores profesores por la sencilla razón de que paga más. Los alumnos que acuden son los más motivados; sus padres, por razones de posición económica y social, son los que están en mejor situación de exigir a las escuelas, con lo cual el sistema estatal, obligado a absorber a todos los alumnos, tiende a un empobrecimiento progresivo a favor del enriquecimiento en resultados escolares e influencia de las escuelas privadas".
Importancia de la primaria
Para David Reynolds, de la Universidad de Newcastle, la clave de ese alarmante fracaso está en la falta de preocupación por la primaria. La enseñanza obligatoria, entre los cinco y los 16 años, está dividida en dos grandes bloques: primaria y secundaria. La primera, hasta los 11 años, constituye una etapa irrelevante en el currículo de la mayoría de los alumnos. Pero Reynolds considera que es la esencial. Su tesis es que las autoridades debieran concentrar sus esfuerzos económicos en esta fase para evitar posteriores desastres. "Los fallos de enseñanza se detectan antes de los 11 años. Es en esa etapa en la que hay que actuar", dice. Otros expertos creen que el daño esencial está en el cada vez más extendido recurso a la selección. Dentro de las escuelas estatales, no sólo las religiosas subvencionadas, se reserva el derecho de admisión. Las escuelas comprehensive que presentan mejores resultados académicos han introducido por la puerta falsa la criba de alumnos. "La lucha por estar a la cabeza en las listas de calidad -la mejor forma de asegurarse más recursos- y la presión de los padres han tenido la consecuencia lamentable de que los chicos menos preparados acaban concentrándose en las escuelas malas", se lamenta un profesor. El foso entre listos y tontos, aplicados y rebeldes, ricos y pobres, se abre irreparablemente desde los 11 años.
El diputado tory George Walden emite en su libro We should know better (Deberíamos saberlo mejor) un veredicto tajante: "Mientras el sector privado se mantenga divorciado de la empresa educacional nacional, el sistema estatal estará condenado a la más completa mediocridad".
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