Gracias
Me gustaría mucho que los madrileños no nos olvidáramos nunca de que, pese a las dificultades que la ciudad presenta -todos los líos del bullicio cotidiano y la correspondiente angustia que generan- en el interior de la ciudad y en el extrarradio, siempre hay gente generosa que dedica su tiempo a los demás. Desde los celadores, auxiliares, enfermeras, médicos, monjas, que velan la noche, la salud y el descanso de los enfermos en hospitales y clínicas, hasta los servicios e guardia de cualquier establecimiento público: bomberos, cerrajeros, policías, telefonistas... Incluso en establecimientos privados, como farmacias de guardia. Desde los maestros, que idean sus planes para transmitir conocimientos a los estudiantes, - hasta los alumnos, que preparan las pruebas para ser algún día buenos profesionales y servir a los demás desde la maestría industrial, la abogacía, la medicina o mediante el empleo de un simple escobón para adecentar las calles para su disfrute por los otros. Desde las amas de casa, que se rompen la cabeza para elegir un plato con el que diversificar la dieta de los suyos, hasta los cabezas de familia, que trabajan con intensidad para llevar el sustento a casa.Todo este engranaje de servicio a los demás continúa funcionando hasta en los momentos más duros y de mayor zozobra, y yo invito a los madrileños a que cuanto más agobiados y angustiados se sientan por estas adversidades que la ciudad presenta, sepan que hay gentes más pacientes que, en ese preciso momento en el que los otros se agobian, siguen adelante en su empeño porque la vida sea más agradable para todos. Yo he tenido la oportunidad de confirmar que estas personas dan sentido a sus vidas mediante la entrega a los demás, lo cual hace que agradecerles su gesto sea un deber de todos nosotros, los que tanto nos angustiamos.-
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