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Juppe dice que mantendrá su criticada política si gana las elecciones

Enric González

Alain Juppé lució ayer, por primera vez en campaña, los galones que Jacques Chirac le cedió al llegar al Elíseo. Como presidente de la chiraquista Reagrupación para la República (RPR, neogaullistas) y jefe de la coalición conservadora, Juppé abrió la carrera electoral pasando revista a sus tropas -definitivamente reconciliadas tras el cisma de Édouard Balladur- y prometiendo más de lo mismo. Si la derecha gana, no cambiarán ni el primer ministro ni el programa político. Todo será igual, pero con "un nuevo impulso". Los socialistas, por su parte, se declararon muy dispuestos a cohabitar con Chirac.

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Juppé, como vicario de Jacques Chirac en el campo de batalla, quiso lanzar la campaña con una gran foto de familia. Y reunió a su alrededor a todos los barones de la derecha, incluidos Balladur, Nicolas Sarkozy y otros proscritos de la pasada elección presidencial, ante cientos de diputados salientes y varios senadores. Los empleados del servicio de prensa insistían en la gran importancia de esa "demostración de unidad".El primer ministro-candidato habló de un "nuevo contrato con los franceses", basado en cuatro puntos: construcción de un Estado moderno, liberación del espíritu empresarial, renovación del modelo social y creación de "la Gran Europa". También prometió por enésima vez una reducción de los impuestos, ante el escepticismo de alguno de sus propios ex diputados. "Lo que no dice es en qué año", comentó por lo bajo uno de ellos. Está bastante claro que, salvo una formidable recuperación económica que no se atisba en el horizonte, ningún gobierno francés dispone de margen para reducir de manera apreciable la presión fiscal.

Ante un rótulo dedicado al gran jefe del Elíseo ("Con Jacques Chirac, un nuevo impulso para Francia"), Juppé acabó dedicando la mayor parte de su discurso a criticar a "un Partido Socialista desgarrado que pierde la memoria y no tiene visión de futuro". La campaña arrancó a golpe de balance. La derecha agitó, como en 1993 y 1995, el espantajo de "un nuevo fiasco socialista" e invocó la "pesada herencia del mitterrandismo", mientras, desde el Partido Socialista, Lionel Jospin devolvía los cumplidos: "Ya se ha visto lo que han hecho estos dos últimos años. Y ahora nos ofrecen lo mismo, pero aumentado".

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