Tres menores de edad atendían un despacho de heroína en Carabanchel
La policía irrumpió el pasado jueves en el número 11 de la calle de la Duquesa de Tamames (Carabanchel) en busca de un nido de narcotraficantes y se encontró con un despacho de hachís y heroína atendido por tres menores -de 12, 13 y 14 años- Los críos, con mucho orden y siguiendo supuestamente las órdenes de Romualdo V. S., de 26 años, atendían a los toxicómanos e Incluso habían dispuesto sobre una mesa dos 2 papelinas, varios trozos de hachís y 12 jeringuillas -cinco de ellas, llenas de sangre con heroína, listas para el consumo.-Tanto Romualdo como los menores pertenecían, siempre según la versión de la Jefatura Superior de Policía, a un clan familiar dirigido por una viuda con nueve hijos, Ana V. S., más conocida por el apodo de La Canaria. Esta mujer, madre de dos de los menores sorprendidos y tía del otro, se encontraba ayer en paradero desconocido. La Canaria, de 39 años y en cuyo historial figuran más de 10 antecedentes policiales por tráfico de drogas, saltó a los titulares hace ya más de un mes, cuando fue acusada de regentar otro conocido punto de venta de droga. Se trataba de una casa baja, enclavada en la calle de María Odiaga, en pleno corazón de Carabanchel. Este enclave, al que, acudían los toxicómanos en masa, levantó las iras vecinales y fue finalmente incendiado.
PASA A LA PÁGINA 3
La policía dejó a los menores con su familia tras desmantelar el despacho de droga
VIENE DE LA PÁGINA 1Este mercadeo soliviantó los ánimos de los vecinos, quienes emprendieron una serie de protestas contra la supuesta traficante de drogas. Manifestaciones, gritos, amenazas. La tensión creció hasta el punto de que la vivienda, denominada La Higuera por el enorme árbol que verdea en su jardín, fue incendiada hace un mes. Pero ni siquiera el fuego apagó las manifestaciones. De hecho, los vecinos continuaron con su protesta y ayer mismo, a las ocho de la tarde, como cada día desde hace una semana, se congregaron ante la casa baja para expresar su rechazo.
"Hace ya mucho tiempo que denunciamos que a los niños los utilizan para vender droga. Cuando hay una operación policial, les dan la droga y los críos la meten en bolsas de gusanitos y cosas así y burlan a los agentes", explicó la presidenta de la asociación de vecinos de Santa Bárbara, Rocío Fernández.
Ante esta presión vecinal, La Canaria desvió supuestamente el tráfico de drogas a la calle de la Duquesa de Tamames, donde disponía, en palabras de la policía, de una sucursal Allí, en una infravivienda sin apenas luz ni servicios higiénicos, sus dos hijos y su sobrina correteaban descalzos entre las filas de toxicómanos que acudían a comprar su pase al infierno. Un trasiego que aumentaba día a día.
Los más afilados
"La Canaria compró la vivienda por unas 100.000 pesetas. Desde entonces se vendía allí droga; cuando ella no estaba, lo hacían los críos, que, por supuesto, no iban al colegio. ¡Buena boca tenían los chavales! Nadie los engañaba. Y si alguien no quería pagar, la armaban a gritos, pero, eso sí, nunca manejaron armas", afirmó ayer Antonia Díaz, de 32 años, mientras sus tres pequeños se arracimaban en sus faldas. La mujer, de aspecto avejentado, se quejaba de la "ruina" que le habían traído los vecinos. "Ella, como tiene un piso, ni siquiera vivía aquí; sólo venía a trapichear. Y ahora, por su culpa, nos van a echar a todos, nos van a desalojar y yo tendré que coger una manta y tirarme a la calle o hacerme una chabola", añadió Díaz. Sus chiquillos, mientras, se habían puesto a jugar con un balón de fútbol.Al supuesto despacho de droga acudían también los dos hijos mayores de La Canaria, conocidos con los sobrenombres de El Nono y El Javi. Dos jóvenes, de 19 y 20 años, considerados tremendamente violentos por los vecinos, hasta el punto de ser capaces de pegar a su madre por droga. Asimismo, en la vivienda, junto a los críos de La Canaria, se movían dos machacas (personas que se ocupan de limpiar la vivienda, hacer recados y estar permanentemente a las órdenes del traficante a cambio de una dosis diaria de droga). ¿Vendían droga? "Mire no pregunte tanto, que si no me van a hacer algo", respondió la vecina.
El jueves, sobre las 14.30, la policía advirtió la entrada en la vivienda de tres supuestos compradores de droga. Dos agentes se situaron a la puerta y sujetaron a Romualdo y a una hermana suya, de 13 años, cuando abrieron la puerta. La niña tenía en la mano 8.000 pesetas en billetes, y él, una papelina.
Romualdo arrastró al interior al agente que lo tenía agarrado. En ese momento intervino Luis Miguel S. C., de 26 años, quien atacó con unas tijeras al policía. No consiguió herirle, pero cogió un machete y se lo lanzó, aunque sin consecuencias", indica la policía.
Los agentes, una vez dentro del inmueble, detuvieron a María del Carmen G. R., de 27 años, y a Juan M. G., de 48. Todos ellos fueron detenidos por comprar droga para su reventa. La sorpresa, sin embarop, llegó cuando se advirtió que -siguiendo supuestamente órdenes de Romualdo- estaban despachando droga, además de la niña, otros dos críos.
Pequeñas trampas
El empleo de menores en la venta de droga, según fuentes policiales, sirve a los traficantes para eludir la presión policial. "Aunque se coja con droga, no se les puede imputar delito, porque son demasiado pequeños", señalaron dichas fuentes.
Tras las detenciones, sólo la niña fue trasladada al Grupo de Menores de la Policía Judicial. Posteriormente quedó en manos de su familia. A los otros dos menores -de 13 y 14 años- simplemente se les tomaron los datos. Todos los datos fueron remitidos a la Fiscalía de Madrid, que decidirá sobre su futuro.La puerta de la vivienda permaneció ayer cerrada. Nadie respondió a las llamadas, pese a que desde el exterior se escuchaban voces. Muchos vecinos al ser interrogados por lo sucedido, guardaban silencio. "No son buena gente y pueden hacernos algo", dijo un tendero.
Tampoco daban más explicaciones en la calle de María Odiaga. Allí, los vecinos de La Canaria, los mismos que noche tras noche ven concentrarse ante sus puertas a cientos de habitantes del barrio, se mostraban molestos ante las preguntas. "Nos estamos comiendo el marrón de otros", contestaba uno. Y cuando se le preguntaba por la supuesta venta de droga o el paradero de La Canaria se evadía: "Vaya y pregúnteselo a la policía". Enfrente, una pareja del Cuerpo Nacional de Policía custodiaba el inmueble, al igual que otra lo hacía en la calle de la Duquesa de Tamames.
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