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Francia se prepara para la inminente convocatoria de elecciones anticipadas

Enric González

Jacques Chirac lleva tanto tiempo sumido en el dilema, que Francia parece haber decidido por su cuenta: habrá elecciones generales en junio. Los políticos cancelan compromisos, los partidos ultiman sus programas, la bolsa y el franco se tambalean y en la calle no se habla de otra cosa.

Aunque al presidente le parezca poco gaullista disolver la Asamblea Nacional con un año de anticipación, todo le empuja a ello: el desgaste del Gobierno, los problemas presupuestarios, el calendario de la unión monetaria y los sondeos favorables. El anuncio de disolución podría producirse la semana próxima. Según la hipótesis más generalizada, la primera vuelta electoral se celebraría el 1 de junio, y la segunda vuelta, una semana después.En la V República, la diseñada por el general Charles de Gaulle, las elecciones anticipadas son raras. Sólo ha habido cuatro: en 1962 (tras una moción de censura contra el Gobierno Pompidou), en 1968 (tras la revuelta de mayo), en 1981 y en 1988 (en ambos casos, el recién elegido Mitterrand necesitaba una Asamblea favorable). Al neogaullista Chirac, manipular el calendario le parece maniobrero y mantiene abierta la opción B, una profunda remodelación de Gobierno. Pero los hechos son los que son. Si Chirac supiera manejar un ordenador -que no es el caso- e introdujera en él toda la información disponible, la respuesta sería inmediata y tajante: elecciones ya. El primer ministro, Alain Juppé (al que precisamente llamaban Armstrad por su cerebro casi informático) es un firme partidario de convocar a los votantes.

El primer argumento a favor de la convocatoria se refiere a la unión monetaria. La actual legislatura debería concluir en marzo de 1998 y, por tanto, las elecciones se celebrarían sólo unos días antes de establecerse la lista de países prestos a acceder al euro. La campaña se convertiría, probablemente, en una repetición del traumático debate que precedió al referéndum sobre Maastricht, y crearía divisiones en la actual mayoría conservadora. Además de un argumento, el euro es la mejor excusa. Si, como se espera, Chirac disuelve la Asamblea, justificará su decisión como un sacrificio en aras de la construcción europea.

Siempre será mejor invocar el interés europeo que las otras razones, mucho más partidistas. Para empezar, las previsiones presupuestarias están desviándose al alza y, según un documento gubernamental filtrado a la prensa, a finales de año el déficit se situará en el 3,8% del PIB, muy lejos del 3% fijado como límite para acceder al euro. En el segundo semestre será necesario, subir los impuestos, recortar el gasto público o ambas cosas. Juppé prefiere acudir a las elecciones ahora, con ciertas garantías de victoria, que hacerlo el año próximo, hundido en nuevas simas de impopularidad.

Estrecha victoria

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La coalición conservadora de gaullistas (RPR) y magma centrista-liberal (UDF) no tiene la victoria asegurada. Aunque la mayoría de los sondeos le conceden una clara ventaja sobre la izquierda, el más reciente, publicado esta semana por Paris-Match, pronostica una estrecha victoria de los socialistas. Para Juppé, sin embargo, más vale arriesgarse ahora, con buen tiempo y tranquilidad social, que hacerlo dentro de un año, con los socialistas mejor preparados, la tensión fiscal al máximo y el euro encima. Chirac calla y reflexiona, porque se juega muchísimo. Una derrota de la derecha le forzaría a una casi inimaginable cohabitación de cuatro o cinco años con un Gobierno de izquierdas.

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