"Un chico encantador"
La madre del colaborador alemán de ETA Gary Siemund jamás sospechó de las actividades de su hijo
Margot Siemund, en la cocina de su casa de Oberwalluf`, un pueblo de viñedos a unos 10 kilómetros de Wiesbaden, llora con desconsuelo y, presa del nerviosismo, no acierta con los preparativos del pastel para la fiesta de graduación de su nieta. Viuda desde hace 14 años y madre de cuatro hijos varones, Margot trabajó 23 años en el taller central de la Mercedes en el registro de los coches que llegaban para las reparaciones. Desde hace 48 horas vive una pesadilla: la policía buscaba en su domicilio de Wiesbaden a su hijo más pequeño, Gary Siemund, de 33 años, como sospechoso de formar parte del comando Madrid de ETA.Nadie en Wiesbaden, en el entorno de Gary, concibe que estuviese relacionado con el terrorismo. La madre, entre sollozos, explica: "Me llamó estos días, para decirme que íbamos a llevar flores a la tumba de su padre, porque era su cumpleaños. Yo le dije: 'No te preocupes, hace mucho frío y yo ya le compré un ramo de rosas".
Gary es el cuarto hijo del matrimonio Siemund. El padre trabajó para las fuerzas estadounidenses en Alemania hasta su muerte. Margot explica que pusieron al menor de sus hijos el nombre de Gary porque era un nombre americano. La mujer relata que su hijo "se pagaba sus estudios y por eso tardó mucho tiempo en concluirlos".
Añade que realizó en España los exámenes de intérprete. "Viajaba a España dos o tres veces al año. No mucho más, porque no tenía mucho dinero. A mí me encanta España. No viajé allí con mi marido, porque no teníamos bastante dinero con cuatro hijos y hacíamos las vacaciones en la caravana, pero luego estuve allí con una amiga que se fue a vivir a Mallorca", recuerda.
En la casa donde vivía Siemund, en el barrio residencial de Wiesbaden Sonnenberg, situado en un lugar que hace honor al nombre de colina del sol, una anciana vecina explica que Gary es "un chico encantador". "Siempre que me encontraba me ayudaba a llevar las bolsas de la compra", recuerda.
Apartamento alquilado
Werner Martin, de 88 años y sordo como una tapia, casero y vecino del presunto etarra alemán, explica: "Lo conozco desde hace 25 años, Su abuela vivía aquí desde el 72. Cuando ella se fue a vivir a un asilo de ancianos, él se quedó en el piso". No quiere decir Martin lo que cobraba por el alquiler del pequeño apartamento de unos 50 metros, pero su esposa admite que eran unos 500 marcos (42.000 pesetas).
La madre de Gary Siemund asegura que su hijo estaba en Wiesbaden el sábado, el mismo día en que se produjo la explosión en Madrid. Sus caseros afirman que le vieron el domingo en la casa. Si se confirma esta versión, resulta casi imposible que hubiese llegado a Alemania en su coche desde Madrid, y se abre la posibilidad de que huyese de España en avión.
El abogado de Siemund, Andreas Gross, conocido en Wiesbaden por su Intervención en casos de resonancia política, asegura que Siemund le llamó para entregarse a la policía tras leer, el martes por la tarde en el periódico de izquierda de Berlín Die Tageszeitung, la noticia de que se le buscaba en España en relación con la explosión en el piso del barrio madrileño de la Concepción.
El casero relata que la policía se presentó el martes por la mañana. "Por la tarde llegaron unos 20 o 25, con los bomberos y perros para oler explosivos. Parecía una película", explica. Los policías rompieron la ventana para entrar en la casa.
Según informaciones recogidas por este diario, uno de los perros ladró y por eso la policía temía que hubiese explosivos en la vivienda. Ayer, "por encargo de la Comisaría 14 de Wiesbaden", una empresa reparaba el cristal roto. Fuentes policiales del departamento de seguridad del Estado de Wiesbaden aseguran que Siemund no estaba fichado."
Malas compañías"
El casero Martin mueve una y otra vez la cabeza con incredulidad: "No puede ser. No era un radical de izquierda, como le presenta el periódico. Si tuvo algo que ver, fue inducido. Conozco a la familia desde hace 30 años. No me cabe en la cabeza. O le engañaron o se metió con malas compañías".
La madre culpa a la compañera de Gary, la presunta colaboradora de ETA Renate Heike Schubbert, de lo ocurrido: "Yo le decía que no le convenía esa chica. Llevaban ocho años juntos. Ella quería casarse, decía que por ahorrar impuestos y para tener un hijo, pero Gary no quería casarse sólo por los impuestos. Mi nuera decía que ese era un matrimonio político. Yo le decía que esa chica no podía ser buena, porque se llevaba muy mal con su familia. No se hablaba con sus padres y una persona así no puede ser buena. Gary era mi sostén. Yo le lavaba y le planchaba la ropa", explica, y de nuevo rompe en sollozos.
Se disculpa Margot y dice que se encuentra bajo la influencia de tranquilizantes. Esa misma mañana tuvo un pequeño accidente con el coche, "pero el chico del otro auto se portó muy bien y, al verme llorar así, me dijo que no tenía importancia".
Margot ha preparado un pastel para la fiesta de bachillerato de su nieta -"tengo ocho nietos"-, y lo coloca en el maletero del coche con sumo cuidado. Tuvo que regresar a casa porque en su agitación se había olvidado de poner la crema encima del bizcocho. A duras penas consigue extenderla con pulso tembloroso. El coche, un viejo Mercedes 190, tiene la matrícula RU de la ciudad alemana de Rüsselheim seguida de las letras JC, de la serie que en Alemania se puede elegir. "Las escogí porque significan Jesucristo", dice, y de nuevo se le escapan las lágrimas al cerrar la puerta de su casa.
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