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ESPECIAL EFECTO F

Más de lo mismo

Derrotado por Pepe Navarro en la lucha cotidiana, Francis Lorenzo se refugia en la noche del sábado para seguir manteniendo vivo su Efecto F. ¿Se trata de una retirada estratégica o del paso previo a la jubilación? A tenor de lo visto este sábado, uno se inclina por la segunda opción. Nada hay en el nuevo Efecto F que huela a victoria. Se trata de más de lo mismo. De hacer durar tres horas lo que antes duraba una y pico, y con los mismos elementos.Lo único destacable de este Efecto F se llama Santiago Urrialde, un tipo cuya sola presencia mueve a la hilaridad y cuya manera de ganarse la vida consiste en molestar a los transeúntes de cualquier ciudad. En esta ocasión le tocó el turno a los sufridos habitantes de Roma, a los que el reportero total maltrató a conciencia sin que nadie le partiera la cara. Urrialde, como Santiago Segura, cuyas labores como presentador muchos recordamos con nostalgia, es un freak cuya presencia en televisión debería ser más asidua que la del padre Apeles, pero da la impresión de que los altos ejecutivos de Antena 3 le tienen el mismo miedo que le tuvieron a su compadre Segura.

El resto del programa consistió, básicamente, en cotilleo controlado por Francis Lorenzo (el policía bueno) y Carlos Ferrando (el policía malo). Pieza de resistencia: una reunión de asalariados de famosos (Rappel, Eva Covo, Ana Obregón y demás) contratados para chismorrear. Entre ellos, el Dioni, célebre ladrón inmortalizado por el cantautor Joaquín Sabina, al que dio trabajo Alfonso Escámez. Que un banquero emplee como guardaespaldas a alguien que se fugó con unos millones que no eran suyos da que pensar. Lo que resulta, sin embargo, muy lógico es que nadie dé trabajo a una gente que se planta delante de una cámara para explicar intimidades de sus señoritos.

El resto de la velada lo empleó Lorenzo en acumular materiales de derribo y en seguir intentando ser una estrella: tal vez por eso se marcó un baile discotequero. Pero el hombre no acaba de encontrar su sitio. Francis está entre Pepe Navarro y Emilio Aragón, entre Pinto y Valdemoro, en mitad de ninguna parte.

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