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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¡La política, estúpido!

LA ECONOMÍA va bastante bien, aunque no la disfruten todos. Es la política la que va mal. Esto es lo que parece condenar a los conservadores británicos ante las elecciones del 1 de mayo, tras 18 años en el poder. Las encuestas responden así al lado más nocivo del thatcherismo. Se ha recuperado en buena parte la productividad británica y se ha quebrado el poder de los sindicatos, pero también han aumentado las desigualdades en la sociedad hasta niveles obscenos, se ha liquidado el poder municipal y se ha asfixiado a las instancias democráticas intermedias.Presentados los programas electorales de los principales partidos, prima el debate político sobre el económico. No deja de ser curioso que en el ámbito de la economía sean los conservadores en el poder los que prometen cambios, mientras los laboristas ofrecen continuidad. Blair ha percibido que la gente está de acuerdo con bastantes de las cosas que han hecho los tories, aunque no quieran revoluciones conservadoras. Pero en materia política ocurre lo contrario: los laboristas prometen grandes cambios constitucionales, mientras los tories están por el statu quo.

Si Major ofrece nuevas privatizaciones -incluída la paulatina de las pensiones- y reducción de impuestos, los laboristas dejan las cosas básicamente como están, si bien con un mayor énfasis en una reforma del Estado de bienestar en materia de educación pública, sanidad, empleo para los jóvenes. Los impuestos, ni tocarlos. El programa de Blair, junto a algunas innovaciones, está lleno de vaguedades y no ofrece grandes promesas, pero tampoco las hizo Thatcher en 1979, con un programa en el que ni siquiera figuraba el término "privatización".

Blair renuncia a las bases tradicionales del laborismo en aras de lo que califica como un nuevo "radicalismo", desde un centro que le ha dejado libre Major en su desesperado intento de volver a las raíces thatcherianas. Los únicos que aparecen con un programa claramente socialdemócrata son los Liberales Democrátas de Paddy Ashdown, que prometen aumentar los impuestos, especialmente para los más ricos, y dedicar estos ingresos a mejorar la educación pública. Frente a la anterior equidistancia entre los dos grandes, apuestan ahora por pasar a los laboristas por la izquierda.

En la cuestión europea, Blair parece haber actuado con habilidad para desactivar un tema explosivo que ha dividido al Partido Conservador. Blair haría entrar a su país en la moneda única sólo tras un referéndum. Esta incorporación puede ser el gran programa oculto de Blair, aunque tal vez en un segundo mandato. En cualquier caso, la fobia europea de muchos conservadores, no por casualidad los más ultraliberales, tiene mucho de ideológica, pues ven en Europa la mano de la intervención y de las subvenciones públicas, algo que no molesta a los laboristas.

Los laboristas se muestran más atrevidos en sus propuestas políticas: sistema electoral proporcional, reforma de la Cámara de los Lores, Parlamento para Escocia y otros pasos autonómicos más modestos para Gales, además de una reactivación del poder municipal. Y es en este terreno donde Major intenta fomentar la desconfianza hacia los laboristas. Blair sabe bien, como afirmó al presentar su programa, que estas elecciones son una "cuestión de confianza". La que su liderazgo puede generar; la que hizo perder en el último momento los comicios de 1992 a su predecesor, John Smith. Esta vez, si Major pierde y las encuestas aciertan, se podrá decir, justo al revés de lo que le ocurrió a Bush frente a Clinton en 1992: "¡Es la política, estúpido!".

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