Condenado a dos años por arrollar y matar a un taxista
La decisión no ha sido fácil, a juzgar por el tiempo, casi un mes, que ha tardado el tribunal en dictar sentencia. La Audiencia de Madrid tenía que decidir si el conductor de una furgoneta, Dámaso Segovia, de 52 años, atropelló a conciencia (un homicidio, como sostuvo el fiscal en el juicio) al taxista Antonio García tras una dicusión de tráfico que mantuvieron ambos sobre. las nueve de la mañana del 15 de diciembre de 1994. O si, como aseguró el procesado, el atropello había sido accidental. García murió tras ser arrollado 80 metros por la furgoneta que conducía Dámaso Segovia.
En el juicio, el fiscal entendió que se trataba de un homicidio y pidió para el acusado 10 años de cárcel. El conductor de la furgoneta reconoció en la vista que había mantenido una discusión con el taxista, pero aseguró que puso en marcha el vehículo sin apercibirse, debido a la niebla de aquel día, de que la víctima estaba delante de la cabina de la furgoneta. El tribunal ha optado finalmente por condenar a Dámaso a dos años de cárcel por un delito de imprudencia con resultado de muerte.
La discusión que derivó en el mortal atropello se produjo a la altura del número 17 de la avenida de Llano de Castellano. La furgoneta se dirigía por esta calle, con dos carriles de circulación en ambos sentidos, al pueblo de Fuencarral. Un taxista, según la sentencia, detuvo el automóvil, para que se apeasen unos clientes, en el carril derecho, obstaculizando parcialmente la circulación y taponando, pues, el paso de la furgoneta.
El procesado, al ver que no podía circular, comenzó a tocar el claxon. El taxista se apeó del coche y abrió el capó para sacar una maleta del cliente. Al ver que la furgoneta intentaba reiniciar su marcha entre el hueco que quedó entre el taxi y los carriles contrarios, el taxista se puso delante de la cabina del conductor y levantó airado los brazos para expresar su enfado.
Aplastado
Dámaso y él discutieron con gestos, pero el acusado no se bajó de la cabina. Éste reinició la marcha al observar que el taxista "efectuaba un giro como para retirarse de delante de la cabina, y en la creencia", explica el tribunal, "de que se había retirado de su trayectoria. Eso sí, sin cerciorarse", puntualiza.El taxista, "por motivos que se ignoran", según la sentencia, permaneció delante del vehículo, cuya velocidad iba en aumento. Finalmente, y en un intento desesperado por evitar ser arrollado, se agarró a la rejilla delantera de la furgoneta. Luego cayó al suelo, donde fue arrollado. Conductores que venían en sentido contrario dieron destellos de luz para avisar.
El tribunal entiende que el acusado, al emprender la marcha, creía que el taxista ya se había apartado, y que desde la cabina no vio a éste gesticular, pues se trataba de una persona de baja estatura.
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