Avidez recaudadora y chapuza
Estados Unidos no es ese paraíso de la eficacia que el no residente imagina. Cuando se tiene que lidiar con la burocracia pública, la lentitud y la chapuza son de temer, y lo mismo ocurre, por paradójico que parezca, en los tratos con instituciones privadas de objetivos meramente lucrativos. Dicho esto, resulta menos sorprendente que Jorge Cabrera,.encarcelado como narcotraficante desde comienzos de 1996 y cuya contribución a la campaña electoral fue devuelta por el Partido Demócrata en octubre de ese mismo año, fuera invitado oficialmente el pasado enero a la solemne ceremonia en Washington de la segunda toma de posesión como presidente de Bill Clinton.Si se suma la avidez de los recaudadores demócratas con una monumental descordinación puede explicarse los sucesivos quebraderos de cabeza que la financiación de su última campaña le está provocando a Clinton. El FBl informó a dos miembros del Consejo Nacional de Seguridad de que existían fundadas sospechas de que China intentaba comprar influencia en Washington mediante donativos a la causa electoral demócrata, pero éstos no se lo transmitieron a su jefe, Anthony Lake, y Clinton ni se enteró. Janet Reno, la fiscal general, recibió esa misma información del FBI, pero nunca la comentó con otros miembros del Gobierno o con el presidente, porqué pensaba que ya lo sabían.
El vicepresidente Al Gore, efectuó llamadas desde la Casa Blanca para solicitar dinero, pero ignoraba que ello podía ser ilegal. Maggie Williams, la jefa de gabinete de Hillary Clinton, acepto en la residencia presidencial un cheque que de un millonario asiático, pero tan sóIo posteriormente comprendió que no debía haberlo hecho.
Hay más. Gore y Hillary Clinton se fotografiaron con Jorge Cabrera pocas semanas antes de que fuera capturado en Florida con un importante alijo de cocaína, sin que la Casa Blanca supiera que ya había sido encarcelado en dos ocasiones. Clinton alentó a sus recaudadores a que ofrecieran a los donantes más rumbosos Ia posibilidad de pernoctar en el dormitorio Lincoln de la Casa Blanca.
Una cosa funciona bien en EE UU: la prensa. Sin su tenacidad, y sin la obligación de transparencia a la que estan obligadas las autoridades, ninguno de esos líos habría salido a la luz.
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