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La cuestión de quién es judío divide a Israel y le enfrenta con Estados Unidos

¿Quién es judío? Mientras Oriente Próximo tiembla, el arcaico argumento religioso acaparaba ayer la atención de los rabinos y sus seguidores en Israel y Estados Unidos. El motivo, la victoria inicial de los ortodoxos en su más reciente combate con judíos conservadores y reformistas: una votación en el Parlamento israelí abre el camino para que rabinos ortodoxos controlen de forma absoluta la jurisdicción de la conversión.

"Si quieres ser judío tienes que vivir exactamente como dice el Libro. No hay otra ", decía Michael Rossen, un aspirante a rabino de 21 años de edad que se paseaba el bastión ultraortodoxo de Mea Shearim con su mujer y su primer niño. Dov Maimón, un ex-ejecutivo francés de 35 años y una barba de por lo menos tres, paró su bicicleta para dar su opinión en el incandescente debate sobre quién es judío y quién dice serlo pero en realidad no lo es. "Judíos somos nosotros " dijo, tocándose el pecho "los que no cuestionamos ni modificamos ni reinterpretamos lo que Dios nos ha dicho.El resto son modernidades como de las que yo gracias a Dios me he liberado ".Rossen y Maimon, hombres de levita, sombrero negro y tirabuzones, dijeron vivir felices en Israel. Más, tras la votación en el Parlamento que el martes abrió posibilidades para que los rabinos ortodoxos capturen jurisdicción absoluta sobre el tema de la conversión al judaísmo y hacerse con un a menudo lucrativo monopolio religioso-moral. "Por fin se hace algo bueno ", dijo Rossen. "Es la única vía", apostilló Maimon

Como para los ortodoxos no basta ser hijo de madre judía para ser judío sino que hay que vivir al pie de la letra las escrituras sagradas judías, el conflicto entre los creyentes de Mea Shearim y los rabinos (y rabinas) de los movimientos de reformistas y conservadores de Manhattan era inevitable. Técnicamente, la votación por 51 votos a favor, 32 en contra y siete abstenciones, no promete una revolución. Los ortodoxos controlan el proceso de conversión dentro de Israel. Incluso aceptan conversiones fuera del Estado judío siempre que hayan sido realizadas por ortodoxos.

Pero ese triunfo inicial en el Parlamento asesta un duro golpe a las aspiraciones políticas de los aproximadamente seis millones de judíos reformistas y conservadores de Estados Unidos. Los judíos norteamencanos están ansiosos por particitar en la escena israelí, sobre todo en momentos políticamente cruciales para Israel como los actuales. Muchos de ellos comparan la conducta de los ultras-judíos con la rigidez del integrismo en Irán porque los ortodoxos no admiten, por ejemplo, que se vea la televisión durante el shabat, mucho menos conducir un coche o comer en un restaurante.

El debate entre judíos es particularmente incómodo e inoportuno para el- primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. El jefe del Estado judío está acorralado por tres fuerzas: el conflicto con los palestinos, las no muy discretas presiones de Washington para que modere actitudes capaces de desatar una nueva guerra en Oriente Próximo y, finalmente, la de los integristas judíos que le dieron el triunfo electoral en mayo ahora exigen un Estado integrista Gráfica ilustración de la batalla los ortodoxos en Israel es la que los religiosos libran contra Mcdonald's y no sólo porque pecan de vender hamburguesas con queso sino que muchas de sus sucursales en Israel abren los sábados.

El apoyo de esos ultrarreligiosos, representado en los más de 20 escaños en la Kneset, es vital para el Gobierno del Likud. Acosado Netanyahu, el halcón, está contemplando la idea de un Gobierno de unidad nacional con participación de los laboristas de Simón Peres, cuya presencia excluiría relativamente del poder real a los ultrarreligiosos judíos.

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