El Athletic golea al Logroñés
Ziganda, estrella del partido, y Urzaiz marcaron dos tantos cada uno
Arrancando desde atrás en el marcador y descubriendo a cada minuto que el partido era cómodo y fácil, el Athletic goleó al Logroñés, que confirmó sus opciones a los puestos UEFA, e hizo de paso un paréntesis en la trayectoria de empates, que perseguían a los vascos en los últimos cinco partidos.Euforia que se debe contextualizar ante un once, el riojano, que se dejó ayer en Las Gaunas toda la reputación que le quedaba ante, su afición. Tan solo, Abadía logró mantener la ilusión del Logroñés ante la apatía general del equipo.
El encuentro era clave para las aspiraciones del Logroñés de mantenerse en la Primera. Carlos Aimar así lo percibió, y un amigo de la continuidad se volvió vanguardista. Rompió la defensa de cinco, con dos centrales y un escoba, para jugar con un clásico de cuatro en retaguardia, era la vuelta al primer tramo de la Liga, cuando los delanteros contrarios explotaban sus cualidades con sorprendente facilidad. Ayer, Ziganda y Urzaiz bajaron balones, taconearon, se sirvieron goles y, en definitiva, se gustaron. La defensa riojana se hartó de regalar situaciones de gol. Sin cerrar atrás, la incorporación de atacantes resultó nula.
Todo a pesar de que el partido no pintó al comienzo favorable para los discípulos del francés Luis Fernández. Rubén Sosa mostró su picardía a Imanol Etxeberria colocándole el balón en el primer palo. Una nube en la primavera bilbaína. Desde ahí, se lució el Athletic. Triangulando en algunas fases del encuentro, colocaban balones francos a los delanteros. La movilidad de ziganda rompió los flancos riojanos y el tudelano Urzaiz escondió el cuero cuantas veces quiso. Así fueron colando tantos ante un rival vencido y al que le sobró toda la segunda parte.
De nada sirvió el debú de Iván Rocha, que sustituía tras el descanso a Canals después de ponerle éste una alfombra al segundo tanto bilbaíno. Atrás el Logroñés hacía aguas en cada acción de los vascos. Los titubeos se contaban en el marcador. Abadía se veía superado por el peso del encuentro, peso que le cedieron todos sus compañeros, mientras Aimar se desesperaba en el banquillo.
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