_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Madrid olímpico

EL TREN olímpico madrileño ha descarrilado casi al mismo tiempo en que se ponía en marcha. Al día siguiente de que Ruiz-Gallardón alcanzara en la Comunidad de Madrid un pacto con el PSOE para apoyar la candidatura de la capital a unos Juegos en fecha sin determinar, el alcalde Álvarez del Manzano sopló la llama hasta apagarla. El regidor dejó sentado que la organización de un evento olímpico es competencia municipal única y exclusiva. La hiperactividad de Ruiz-Gallardón -que había anunciado su visita en abril, junto con el alcalde, al presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Juan Antonio Samaranch, en Lausana (Suiza), para explicar el proyecto olímpico- fue sumariamente calificada de "precipitación" por Álvarez del Manzano. La visita a Samaranch fue pospuesta. Y una cierta sensación de desaire fue notoria para todos.Madrid requiere un proyecto de gran alcance, que insufle nuevas energías e ilusiones en sus ciudadanos y estimule las inversiones, la creación de puestos de trabajo y su proyección internacional. Los Juegos Olímpicos, como las Exposiciones Universales, han demostrado su capacidad de movilización en los ejemplos bien recientes de Barcelona o de Sevilla, que han dejado huella también en el ánimo de los madrileños: muchos son quienes consideran, con razón, que la ciudad necesita el estímulo inversor y urbanístico que recibe una ciudad olímpica para ordenar su actual caos.

Poco importa a los madrileños que el presidente regional, Alberto Ruiz-Gallardón, y el alcalde, José María Álvarez del Manzano, no sean almas gemelas, pese a pertenecer a un mismo partido, el Popular. Los ciudadanos no deberían pagar las consecuencias de las eternas disputas sobre asuntos estratégicos -desde la ampliación del aeropuerto hasta la extensión del metro, pasando por las obras en la plaza de Oriente-, más enconadas incluso que las que mantuvo el propio Álvarez del Manzano con Joaquín Leguina. Y, a fin de cuentas, una de las lecciones que se desprende de la experiencia de Barcelona en 1992 es que el éxito sólo acompaña a quienes saben arrumbar sus diferencias políticas para concentrarse primero en la candidatura, después en la designación de la ciudad y finalmente en la obtención de unos buenos Juegos. Sería realmente curioso que en el caso de Madrid, con gobiernos del mismo color, fueran precisamente las diferencias y los celos políticos los que arruinaran un proyecto de por sí tan complejo.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_